CUANDO FUIMOS (MÁS) JÓVENES

CUANDO FUIMOS (MÁS) JÓVENES

CUANDO FUIMOS (MÁS) JÓVENES

Abro la caja, y saco un frasco de ella.
CK One agua de toilette, 200 ml. Puede que hayan pasado más de 10 años desde la última vez que compré esta fragancia.
Flush, flush… Y automáticamente me he trasladado al año 90 y algo (voy a empezar a no dar fechas exactas, como hace Adam F. Golberg, para evitar sustos al comprobar el inexorable paso del tiempo).

De hecho, me traslado a los veranos de esos años 90 y algo.
Veranos de amigos, de buena vida a pesar de llevar siempre alguna –alguna tirando a muchas– para septiembre. De los de pasarte el día en la piscina de alguien, y las noches en los bares de algún otro.
De esos en los que estás en la edad rebelde en la que sólo vas de vacaciones con tus padres so pena de muerte y con cara de sufrimiento. Porque en realidad lo único que quieres es hacer planes de manera permanente con los amigos, ya fuesen los más exclusivos como los más comunes, para estar siempre en pandilla.

Además en pandilla mixta. Porque no sé por qué motivo en verano siempre teníamos chicas en la pandilla.
Ya sabéis, amores de verano de esos a los que cantaba el Dúo Dinámico cuando los días se iban haciendo más cortos y las noches más largas, y se empezaba a vislumbrar el melancólico otoño que en breve nos recibiría con su alfombra de hojas caducas.

Veranos en los que todavía íbamos con la guitarra siempre en el coche para ejercer de auténticos “engaña francesas” a la mínima oportunidad que tuviésemos de ejercer de trovadores. Con un repertorio que abarcaba clásicos como “El Cadillac“, “Brown eyed girl” o un estupendo “Livin’ on a prayer” a tres voces –o eso nos creíamos que hacíamos–, y que cantábamos después de cenar. Más que nada para hacer tiempo y que no se nos cortase la digestión, porque siempre, y no se sabe por qué ley no escrita sucedía esto, acabábamos todos y cada uno de los invitados, en el agua.

Veranos de fiestas de Comillas –cuando aquellas todavía eran algo manejable–. Fines de semana en el edificio Altamira en Laredo. La casa de la Avenida del Cantábrico en Santander, con vuelta por la noche pasando por el eterno túnel. Ir a Viana, a Cigales, a Tudela. Pasar noches enteras en cualquier terraza de charla eterna –jamás interrumpida por el sonido de un móvil– y las mañanas siguientes en la academia, con cara de todo menos de estar entendiendo algo, por más que nos esforzásemos.

Y todo esto hecho del tirón, con energía superlativa, y sin respirar. Con ganas de más y más, y sin pensar en el mañana o si de seríamos capaces de afrontar el siguiente “¿Y si hoy…?“.
Simplemente lo hacíamos. Lo que pasase mañana ya se vería, que para eso teníamos 20 años.
Benditos 20 años…

Nunca, nunca, nunca, nunca más, 
sentiré tanta emoción,
como cuando a ti te conocí,
y el verano nos unió.

 

Besos para ellas y una abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

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Comments (2)

  • Paloma Reply

    Maravilloso….
    Yo también me he trasladado a esos veranos solo con leer estas líneas, Paty!!!
    Por qué no se congelaría el tiempo en los veranos de los 20???
    Ainssssss

    31/07/2017 at 11:54 pm
    • patyvarela Reply

      Para mí, aquel en el que nos conocimos, siempre será el verano de Laredo y Los Rodríguez (el grupo del señor Calamaro, no vosotros!!)
      Un besazo, Palo!!

      01/08/2017 at 8:03 am

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