LAS COLLEJAS

LAS COLLEJAS

LAS COLLEJAS

Lo primero que he de decir, es que no soy educador, ni creo que lo sea en un futuro. Ya que al contrario que la del Señor (y no el señor Ramón, que te veo Isaac), mi paciencia es finita.
No sería capaz de explicar una y otra vez lo mismo. Y menos aún si a quienes se lo explico, en la mayoría de los casos, no me estuviesen prestando caso a mí, sino a los pechos de la alumna que en ese momento está corriendo por el patio.

Dicho esto, desde aquí quiero mostrar mi total e incondicional apoyo a esos profesores a los que se les ha quitado su única arma de defensa: Las collejas.

Está muy bien todo eso del dialogo y la comprensión. Pero no me digáis que muchas veces, ya no siendo profesor, no hubieseis utilizado la técnica de la colleja en muchos casos.

Pongámonos en un caso mucho más cotidiano y universal. Te va mal el teléfono, la ADSL o lo que requiera llamar a un servicio técnico:
“Hola, buenos días Señor Varela. Le atiende Fulanito de tal, código tal, tal, tal”

Mal empezamos.
¿En qué momento se ha pensado el individuo, que mi capacidad intelectual me permite retener el nombre y el número de alguien a quien no le voy a prestar atención hasta unos varios minutos después?, pero bueno, intentas retenerlo.

Tras un rato intentando explicar lo que te pasa, te dice:
“De acuerdo. Le paso con el departamento correspondiente”

Momento en el cual te ponen el hilo musical, y te pasan con alguien que te vuelve a dar las buenas tardes, te dice su nombre y su código (el cual vuelves a intentar retener, pero ya con más dificultad).
Le vuelves a contar el caso, que, fíjate qué casualidad, es igual que el que le has contado a su compañero.
Otros 10 minutos dando explicaciones y datos, de los cuales dudo que tomen nota, para que te digan:“Muy bien Señor Varela, hemos tomado datos de su incidencia. En un momento te atenderá la persona responsable de caso”

¿Pero no era usted ya el responsable de mi caso?

Y te pasan con otro, el cual te puede decir que es el mismísimo Rey Arturo. Porque ya tienes tal cabreo, que lo único que piensas es en… En qué??
¡¡En darle una buena colleja si lo tuvieses a mano!!

Pues retomemos el caso que íbamos a contar hoy, ya que si ves cómo te sientes cuando pasan de ti una o dos personas, situémonos en una clase con no menos de 30 chavales, de los cuales como mucho 2 ó 3 te hacen caso.
¿Cómo no vas a poderles dar un colleja de vez en cuando?
Hacer sufrir así a un profesor, eso si que es delito.

Antes nos daban collejas, y tan mal no hemos salido, creo yo.
Es más, como muchos de vosotros ya sabréis (y habréis experimentado), te llevabas la del colegio, y de regalo la de casa, al contar que te habían dado una en clase, claro.

Dado que esto se ha alargado de manera alarmante, ya hablaremos más en profundidad de otro tema muy extenso, como son “Los Profesores que marcaron tu juventud”.

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis

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