YO TAMBIÉN QUISE SER UN ADOLESCENTE AMERICANO DE LOS ’80 (2ª Parte)

YO TAMBIÉN QUISE SER UN ADOLESCENTE AMERICANO DE LOS ’80 (2ª Parte)

YO TAMBIÉN QUISE SER UN ADOLESCENTE AMERICANO DE LOS ’80 (2ª Parte)

¡¡KEEP OUT!!!

Si tú quisiste ser un adolescente americano en los ’80, esto es lo menos que tenía que poner en la puerta de tu dormitorio, en un cartel, bajo una señal de prohibido.
El dormitorio es el territorio sagrado de cualquier adolescente americano.

Simplemente se podía saltar esa prohibición la madre. Siempre que llevase en sus manos una bandeja con un sandwich de mantequilla de cacahuete y un batido gigante.
Reconozco que una vez probé dicha mantequilla, comprada en la semana americana de El Corte Inglés allá por el año… ummm… allá por el año en que todavía usaba el ¡¡12 melodías!!, y me gustó. Después nunca más.
En el resto de los casos, nadie podía traspasar el umbral de esa puerta.
Como mucho Lori, que era la jefa de animadoras, por quien bebía los vientos el chico. Y que de vez en cuando iba a su casa a hacer los deberes de ciencias que tan mal se le daban.

Y tal vez los amigos… Aunque con los amigos casi siempre se reunía en otro sitio, y que todos los niños españoles quisimos tener en el jardín (para lo cual primero había que tener un jardín, claro).
Venga, decidlo todos conmigo. ¡¡LA CASA DEL ÁRBOL!!

Qué maravilla esa simple estrutura de cuatro paredes hecha con tablones y una escala para acceder a ella, que tan buenos momentos hacía pasar a los chicos.
Sólo había un sitio con tal vez el mismo encanto. Y era ese trastero al que se accedía a través de una escalera desplegable incrustada en el techo. Allí, entre cajas de mudanzas, se urdiría el plan para echar licor en el ponche del baile de fin de curso, sin que el director lo viese.

Antes he mencionado la mantequilla de cacahuete como algo fundamental en la alimentación básica de cualquier muchacho americano en edad de desarrollo. Y que formaba parte de ese copioso desayuno que solían comer, junto con bacon, huevos revueltos, cereales y tortitas con bien de sirope. ¿A qué hora hay que levantarse para que te de tiempo a cocinar eso?
Y ésta era otra de las cosas que más me gustaban. ¡¡Se pasaban el día comiendo!!

Tras almorzar en el colegio un menú –en esas bandejas de acero inoxidable con su brick de cartón de leche–, al salir de clase se iban a la pizzería. Y pedían una gigante con todo, una hamburguesa doble con su correspondiente cesto de patatas fritas, y un refresco maxi. Momento en el cual el amigo tontorrón, pero a la vez entrañable, siempre decía: “Lo mismo para mí, que tampoco tengo mucho hambre”).
No me extraña que en Estados Unidos haya ese nivel de obesidad… Lo que no sé es como todavía quedan vacas en las grandes extensiones ganaderas de Houston, Texas.

A pesar de haber comido todo lo anteriormente relatado, si a lo largo del día hubiese habido algún tipo de mal de amores, ¿cuál sería la siguiente imagen de la historia?

Dos opciones:
Si le pasaba al chico, éste se iría con un pack de cervezas a bebérselas en la ladera de la montaña, mientras observaba en silencio las luces de la ciudad.
¿Y si era chica?
Pues por supuesto, ésta estaría con la sudadera del equipo de béisbol, que le había regalado su chico, puesta. Delante de la tele viendo “Tú y yo” y llorando a moco tendido, mientras devoraba un enorme bote de helado de 2 litros ¡¡a cucharazo limpio!!

Y con esta última reflexión, vamos a ir terminando esta disección del porqué me hubiese gustado ser un adolescente americano en los ’80.

En cuanto termine de escribir, voy a ir a llamar a mis amigos para contárselo. Pero no lo voy a hacer con el móvil, sino con el teléfono fijo de la cocina, que tiene un cable de 400 metros y con el que puedo ir hablando por toda la casa sin problema… ¡¡Es lo que tiene!!

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
(o lo que es lo mismo, XXX OOO XXX)

 

YO TAMBIÉN QUISE SER UN ADOLESCENTE AMERICANO DE LOS ’80 (1ª parte)
YO TAMBIÉN QUISE SER UN ADOLESCENTE AMERICANO DE LOS ’80 (3ª parte)

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