#WOODYALLEN
Desde que puedo recordar, mi ordenador de sobremesa siempre se ha llamado «Woody». Y desde que compré mi primer portátil, tenía meridianamente claro que su nombre iba a ser «Allen».
En una época en la que es muy fácil renegar de él –por causas que no me incumben, y sobre las que otras personas más preparadas que yo, como son los jueces norteamericanos, ya han dado veredicto a su favor–, yo le muestro todo mi respeto.
Un respeto que me ha llevado a coger antipatía a otras personas a las que también admiraba.
Realmente, creo que más que por mi respeto hacia él, les he cogido manía por ser de esos que atacan (o repudian) por miedo a ser señalados por el dedo inquisidor de la turba enloquecida.
Una turba que usa, como arma arrojadiza, el nunca más seguir apoyando al ídolo destronado, ni a todos aquellos que no lo nieguen tres veces.
Aunque estoy convencido que –ya sea en este caso o en muchos otros– aquellos que desprecian al artista (a la marca, al negocio o a lo que sea), la primera vez que pensaron en él fue el día en que decidieron que lo iban a linchar.
Pero por un extraño motivo, auspiciado por esas hordas que enarbolan antorchas y horcas en las redes sociales, el vilipendiado recula y casi siempre les hace caso. Pensando, de esa manera, estar a salvo de la quema en la hoguera que hay situada en medio de la plaza. Sin saber que, si no se apaga rápidamente y con contundencia, simplemente habrá aplazado su ejecución.
Pero os voy a contar un secreto, usando como ejemplo la cuna de la guillotina popular, Twitter.
Twitter no es más que el Sálvame de las redes sociales. En el cual unos pocos hacen y deshacen la voluntad del pueblo como pequeños Nerones.
Con la salvedad que ellos no son emperadores de nada –y menos de una Roma imperial–. Y que su casi única motivación es la tan mundana, y extendida, envidia.
Su influencia en el mundo real no llega a casi nadie. Si no pregunten a su alrededor cuántas personas de su entorno lo usan. Igual se sorprenden del escaso número de ellos que lo hacen (si encima hacen criba con algo tan simple como si cotizan, menos aún).
Así que mientras algunos se pasen el día buscando cabezas que cortar allí, yo seguiré disfrutando de la obra del señor Allen (o de quien corresponda linchar en cada momento) como siempre he hecho.
Entre otras cosas, además, porque intento separar al artista de la persona. No quiero que lo que haga en su vida privada –y menos aún cuando no hay ningún delito por el cual haya sido condenado– me impida ver las habilidades que le hacen ser tratado como gran artista.
No le demos poder a quien no lo tiene, simplemente por seguir una corriente.
Si sólo queréis adscribiros a una moda, compraos, no sé, calcetines de fantasía.
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
Comments (2)
A mí me flipa ese señor. Tiene un humor negro con unos puntos buenísimos! Te has leído su biografía? A mí me gustó mucho la primera mitad; en la segunda, se dedica a justificar su relación con Mía Farrow y Soon Yi y me hizo demasiado pesada…
Un besito!
La primera parte de la biografía, como además la lees con su voz en la cabeza, es como si estás viendo una de sus películas, ¿verdad?
La segunda parte, viendo lo que le está pasando, tenía que ser así, aunque se hace un poco densa, sí.
Hablando de libros… ¿Alguno noticia que da a tus fanes?
Un beso, Palo!!