VERANO AZUL
Cuando Satanás decide lanzar su aliento desde las profundidades del averno en forma de clima subsahariano, lo mejor que puede hacer una persona de bien es quedarse en casa resguardado, tras una pared de ladrillo común que se crea fría piedra.
No me intenten convencer de que es buena idea acercarse a un área desértica llamada playa, con la finalidad de que el sol me tueste, porque no entra en mis planes. El otro día me he quemado la mano tomando el vermú en una terraza, al ser la única parte de mí que no estaba bajo la agradable sombra, no les digo más.
Son fuertes mis convicciones al respecto. Y dado que las convicciones de uno es lo único que no nos pueden esquilmar a base de impuestos, se convierten en un bien muy preciado que hay que conservar hasta el fin de los días.
De mis pocas escapatorias al mundo exterior años atrás, una era La Pérgola de ese maravilloso Campo Grande que pinta de verde el centro de mi ciudad. A donde me acercaba a departir con los patos y las ocas sobre los temas importante de la vida. Pero gracias a los políticos «de la gente», llevamos tres años sin poder disfrutar de uno de los pocos oasis que había en la ciudad.
Un aplauso para ellos. Que tanta paz lleven como descanso dejan.
Así que ante este panorama, hace unos días, y no sé por qué motivo –aunque me imagino que porque, como todo lo que hago ahora, me invadió la nostalgia–, decidí que era un buen momento para volver a ver Verano Azul.
Y es que, como le decía a mi amiga Carmenchu, «muchas veces preferimos ver lo que sabemos que nos gusta, a perder el tiempo en algo que nos puede decepcionar».
Un episodio al día. Como si por arte de magia hubiese vuelto a aquel verano de 82 en que la vi por primera vez.
No hay necesidad de más, ni tengo prisa por acabarla.
Además la veo después de comer, como es precepto, con un buen café con leche y hielo (amén de mejunjes que le añado para endulzarme la vida un poco).
Me encanta, porque ellos fuimos nosotros, y veo mis propias vivencias de entonces, casi siempre inmejorables.
Es más, ellos somos nosotros. Porque, al igual que Dios, sus protagonistas «viven en nuestros corazones» –como dice «la pintora» en uno de los episodios–. Y allí no pasa el tiempo.
¿O acaso, no seguís viendo mayores a los que eran mayores para vosotros cuando se estrenó?
Yo siempre seré como Tito, y nada lo cambiará. Y Beatriz siempre será la hermana mayor, y se hará mujer un día de primeros de agosto –»Que ni el viento la toque, ni mirarla… Mujer, mi varadero, ni cantarla…»–.
Disfruto mucho así, de verdad. No me van a creer, pero haciendo esto no añoro para nada no estar en un resort vacacional.
Entiendan que aborrezco el calor, soy enemigo declarado del sol, y las aglomeraciones, como mucho, para ver a Springsteen en concierto. Por lo tanto los planes de verano no contienen ninguna virtud para mí.
Así que seguiré con este plan hasta que el final de la serie llegué, y pueda, de nuevo, despedirla al son del Dúo Dinámico. Y ya veré acercarse el otoño, y mi ánimo cambiará a mejor, al tiempo que el de ustedes quizá se entristezca un poco.
Pero no se preocupen, la vida es cíclica, y en unos meses nos volveremos a leer aquí. Ustedes morenos, y yo blanco como la leche de ese café con hielo que me tomo, mientras veo un capítulo de Verano Azul.
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
Comments (2)
Jajajaja, somos chicharrón y chicarrona de norte! Cuando estoy en Madrid, au que ya me voy acostumbrando, sufro mucho con las olas de calor y ya hace bastantes años que decidí que el sur de España es maravilloso, pero en primavera y en otoño; no me voy ahí una semana de vacaciones ni loca! Eso sí, darse un bañito en el Atlántico en plena ola de calor es una maravilla y de ese carro no me bajo (lo he hecho estos días y lo he gozado).
En cuanto a Verano Azul, nunca lo había pensado, pero era tan pequeña que solo tengo pequeños recuerdos borrosos de la serie!!
Beso fuerte y disfruta de este mes de agosto tan azul (aunque en mi cabeza agosto es naranja).
Es que tú llevas el Atlántico muy dentro de ti, y entiendo que no puedas vivir sin él. A mí se me diluyeron un poco sus aguas entre tanto campo de Castilla, y su llamada es menos fuerte. Pero ¡qué rica ese agua «fresquita» para aplacar los calores!. Además, el verano del norte es otra cosa.
Te diría que vieses Verano Azul sin falta, pero, primero, igual no significaría lo mismo para los que no tienen recuerdos previos de ella. Y segundo, el tiempo es limitado, y no se puede tener para todo, por más que lo estiremos (¡Ojalá!).
Un beso, Palo. Y date un chapuzoncito por mí, aunque sea pequeño.