CUESTIÓN DE GUSTOS
No tengo chándal.
Creo que salvo el que tuve que comprar en el colegio para hacer Educación Física (comúnmente conocida en aquellos años como «gimnasia»), y que compré con 12 años, y conseguí alargarle la vida hasta que cumplí 17, no he tenido ninguno más.
Sí es cierto que me compré un pantalón Adidas de esos molones con cremalleras en la parte de abajo para que cupiesen las botas de baloncesto. Y siempre me quedé con ganas de tener uno de esos con mil botones, que se quitaban de un tirón Magic Jonhson y Larry Bird.
Y ya. Ésta ha sido toda mi relación con dicha prenda deportiva.
Algunos pensaréis: «Claro, así se te ha quedado el cuerpo escombro que tienes ahora. Por no tener un chándal con el que poder hacer deporte».
Difiero de esa afirmación.
No he hecho deporte porque no me ha dado la gana, no porque no tuviese chándal. Podía haber hecho deporte con traje si me hubiese querido.
¿Que no? ¡Claro que sí!
¿Acaso algunos no usan el chándal para salir a la calle, aunque no vayan a hacer deporte?
Pues yo lo mismo, Mpongo traje para ir a correr si me apetece. Y que se atreva alguien a decirme que no puedo.
«Es que no es cómodo», direis.
Eso ya lo decidiré yo.
Así que de momento voy a empezar a bajar a correr al Campo Grande como un cliente de las sastrerías de Savile Row, pero con la corbata fosforito, para que se me distinga bien en la oscuridad.
Y de calzado, zapato inglés. Para así hacer más esfuerzo al levantar en cada zancada un kilo de férreo y pétreo zapato.
Si es que con ropa vaporosa termodinámica, y zapatillas de última tecnología cualquiera va a correr. En cambio, con mi atuendo, a ver quién es el majo que se hace las distancias que os hacéis, y que conocemos gracias a Runtastic y las redes sociales.
Yo, en cambio, publicaría:
«Su carrera de hoy ha sido de 500 metros, pero ha quemado 2000 KCal. por el sobreesfuerzo. Las cuales ha recuperado en la siguiente media hora, porque ya que estaba bien vestido, se ha ido a cenar a un buen restaurante».
Por si acaso alguno piensa que esto no son más que bobadas, decidme cuántas veces ha llevado Bond, James Bond, chándal.
Y ahora, si tenéis lo que hay que tener, decidme que no estaba en forma. Y que las peligrosas misiones que le encargaban para salvar el mundo no las podía cumplir porque no iba vestido con ropa adecuada para la práctica de actividades físicas.
¿Cómo vestía?
Pues con traje. Que para eso es un auténtico caballero al servicio secreto de su Majestad.
Por lo tanto, mientras el señor Bond no me demuestre lo contrario –momento en el cual me plantearía cambiar mi forma de pensar a este respecto–, y algunos sigan usando chándal para, por ejemplo, ir a clase (yo es que directamente no les dejaba entrar en la facultad), si decido hacer deporte de nuevo algún día, lo haré con traje.
Eso sí, que no sea slim fit, que esa guerra aún tengo que ganarla.
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
Comments (2)
Deberían estar prohibidos!!!! menos mal que la moda deportiva ha evolucionado y los gimnasios son como pasarelas…
Pero ahora que mencionas a Bond salvando el mundo en traje, qué me dices de las películas en que las protagonistas se tiran luchando y corriendo con tacones de aguja??
Besote
El chándal, así en general, debería ser deportado a Cuba, que allí seguro que el Comandante le da uso.
Y ojo, ya no es que corran con tacones, sino que corren más con ellos que sin ellos.
Un besote, Joven Leti!!