FUERTES, FORMALES… Y GUAPOS
El tema sobre el que voy a hablar no me pilla, ni mucho menos, de nuevas.
La boda de la que acabo de llegar no era la primera ni la segunda a la que iba. ¡¡Ni si quiera la quincuagésima!!
Pero como en esta vida uno no para de aprender, hoy, de nuevo, he recibido varias lecciones más.
Un lección en forma de sorpresa, dado que he estado en una mesa presidencial por primera vez en mi vida.
Es algo que nunca hubiese esperado, y lo he hecho, nada más, y nada menos, que al lado del novio.
Enorme honor por ello, por cierto. Infinitas gracias por este detalle.
Otra lección que me ha enseñado a no dar nada por hecho.
Mi vida había entrado en un dinámica de monotonía y tedio, de la cual veía que me iba a ser imposible salir.
Minusvaloré a mis amigos (desde el respeto, por supuesto), y no fui consciente de lo que su cariño y amistad son capaces de hacer.
Han hecho que me sienta de nuevo joven y dinámico. Tan joven y dinámico como lo puede ser uno, claro. No pido imposibles.
Una más a sumar a la lista sería esa que dice que nunca –pero nunca, del verbo «nuncar»– vayas a una boda con la intención de pasar inadvertido.
Puede ser que te veas siendo el foco de atención de todo, durante un momento concreto, sin saber muy bien cómo has llegado allí.
Pero no solo una vez, sino dos, en el breve instante de unas horas.
Sí, avergonzado he estado. Pero también os digo que muy orgulloso de lo que he visto, y oído sobre mí mismo. El ego de una persona a veces es insaciable, y creo que tras el empacho de hoy, me voy a tener que poner a régimen.
«Paty Varela. Lolololololo. Paty Varela…» sigue retumbando en mi cabeza.
Pero eso sí, la lección más importante, sin duda, ha sido la de ver cómo una pareja puede estar tan bien avenida como lo están Andrea y Borja.
Además, como hemos dicho varios a lo largo del día, avenida tanto entre ellos, como con los amigos.
Creo que en ningún momento del día, y si alguien piensa lo contrario, que me corrija, han dejado de estar pendientes de todos y cada uno de los que allí estábamos compartiendo con ellos su día más importante. Han disfrutamos como el que más. Y encima han hecho que todos hayamos estado igual de contentos que ellos.
Andrew, cuéntanos el secreto de haber bailado –y cantado– sin parar, durante más de cinco horas. Y Borja, de cómo has sido capaz, demostrando que quien tuvo retuvo, de pinchar temazos a ultimísima hora. Allí no había más que botones de colores, esperando a ser mal pulsados para dejarte mal, y no lo han conseguido.
Qué orgullo tener amigos así. De verdad.
Si alguna vez dudo de la raza humana (que lo hago de vez en cuando, igual que dudo de Pablo Laso), por favor, recordadme este día.
Recordadme que hay más gente buena que mala a mi alrededor. Que hay gente como vosotros a nuestra vera, que además está dispuesta a compartir tanto «la salud como la enfermedad».
Como ha dicho Raquel, «cuando tenía algún problema, Andrea siempre estaba a mi lado para ayudar». Lo mismo digo de Borja, sin ningún tipo de duda, y sin miedo a equivocarme.
Por segunda vez, gracias.
Espero que hoy sea el primer día de los muchos que os esperan por delante de felicidad plena y absoluta.
¡¡VIVAN LOS NOVIOS!!
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
P.D.: panda de golfos que tengo por amigos (tanto ellos como ellas), una cosa os quiero decir: no cambiéis nunca, por favor. Os querré tal y como sois, siempre. En la salud y en la enfermedad. En la riqueza y en la pobreza. Y también en la euforia de hoy, y en la resaca de mañana (ojalá Mano de Santo nos ayude a todos). Un placer ser vuestro amigo.
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