QUE LA FUERZA TE ACOMPAÑE… SIEMPRE

Un día –no recuerdo exactamente cuál– del año 83.
La enorme sala del cine Vistarama llena de gente.

Y entre ellos yo, a mis 8 años, esperando sentado que empezase una película. Junto a mi tía Pilar, que tuvo el valor de llevarme al cine siendo tan mocoso.
Suenan las trompetas de la sintonía de cabecera de la 20th Century Fox. Y unos segundos después aparece “Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana.…”

Estaba a punto de empezar El Retorno del Jedi. Y os juro que ahora mismo, como entonces –y la verdad es que como siempre que lo veo–, se me empañan los ojos de la emoción.

Desde aquel instante entré a formar parte de esa legión (Imperial) de seguidores incondicionales de algo muy grande: El mundo de STAR WARS.
(queridos haters, principalmente en Twitter, no tenéis ni idea de lo que os perdéis por seguir la corriente a alguno. Pero allá vosotros).

Empezaremos diciendo que, según acabó la película, yo, con mi carita inocente que aún conservo, le dije a mi tía:
–¿Podemos quedarnos a verla otra vez?

Por aquel entonces todavía era “yedi” y no “yedai” (como descubriría luego que se decía). También habría que precisar que Darth Vader era tal cual se lee, Dar Vader, y no “Veider”. Y que todo aquello formaba parte de “La Guerra de las Galaxias” antes que ser una película de la saga de “Star Wars”.

Eso sí, aquella galaxia seguía estando muy, muy lejana de todo lo que había conocido hasta entonces.
La película era lo más en efectos especiales, comparado con lo que habías visto, que era poco más que las pelis de género fantástico que echaban en TV, y que puede que fuesen “Planeta prohibido”, “Viaje alucinante” o “Un mundo de fantasía”.
Y es que encima era una película de aventuras, con buenos y malos, acción, algo de humor, y muchos muchos bichos, que la hacían de lo más entretenida.
Ya había tenido contacto con Luke, Han, Leia o Chewie a través de los clásicos muñequitos que inundaron los hogares de medio mundo, así que tenía cierta consciencia de lo que iba a ver. Pero verlOs en pantalla gigante ¡¡fue lo más!!

Bueno, lo más –no os voy a engañar–, sucedió una mañana de un 6 de enero. Al ver, al lado de mis zapatos –limpios, relucientes, y perfectamente colocados a los pies del Árbol de Navidad– aquella caja enorme que contenía el único e inimitable Halcón Milenario de juguete que me habían traído Los Reyes Magos (gracias, gracias y gracias, Reyes Magos, que se que me leéis). El cual aún conservo, y que, junto con toda la colección de figuras de acción que tengo de aquella época, más las que he ido consiguiendo con los años, es uno de los mayores tesoros, por lo menos de valor sentimental, que tengo.

Luego llegaron aquella “La Guerra de las Galaxias, Episodio IV”. Que vi por primera vez en vídeo en casa de mi amigo Alberto, en la urbanización de la Sierra donde veraneábamos (¿Cómo la conseguirías por aquel entonces, pirata, si casi no había ni vídeos?).
Después esa cinta beta del “El Imperio contraataca”, que gasté de las veces que la pude ver en casa de mi tía Fefa en sólo dos días, mientras acompañaba a mi padre a una de sus revisiones a Madrid.
Y por supuesto, todas las demás que ya vi en cine en sus respectivos estrenos (incluidos los reestrenos de estas dos primeras, que eran obligatorios de ver).

Las he tenido en VHS, en DVD, en DVD edición especial (las de esta saga tenían que llamarse “edición espacial”), en bluray… Y por supuesto, las he visto 13 millones de veces. ¡¡Y las que me quedan!!

Comics, tazas, discos, posters, libros… Hasta me compré una PS4 edición especial, con el careto de Vader en unos de los lados. Y eso que jugar a las consolas, lo que se dice jugar, poco.
Por todo esto, lo reconozco: sí, soy un fan de Star Wars.
Y espero que LA FUERZA ME ACOMPAÑE… SIEMPRE.

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.