SANDY
«Sandy, my darlin’,
You hurt me real bad.
You know it’s true.
But, baby, you gotta believe me when I say,
I’m helpless without you.»
Me imagino que estará ahora mismo cantando Danny.
Y con él, todos los que alguna vez lo fuimos.
Porque, ¿quién no hay sido alguna vez Danny Zuko? ¿O Kenickie? ¿O Rizzo? ¿Un T-Byrd? ¿O una Pink Lady? ¿Quién no ha cantado Summer Nights, acabando con el brazo apuntando al cielo, mientras se acaba la estrofa en falsete?
Yo, por lo menos, sí lo he hecho. Y no una, sino mil. Probablemente tantas como veces la he cantado.
Además, mientras lo hacía, pensaba en mis propias noches de verano, con sus chicas, sus playas, y la fanfarronería propia de la adolescencia. Con esa chupa negra que nunca tuve, y que le «cogía prestado» a mi hermano. Y con unas patillas más cercanas a un congregación de pelos disidentes que a unas verdaderas «hachas».
El instituto Rydell fue el nuestro, a pesar de que hace ya muchos años que no se tocara «La campana de la victoria». Pero se hacían «amistades entrañables». Ya fuese en el equipo de atletismo o en los equipos de baloncesto o de lucha.
Y por supuesto, después de clase siempre se podía ir al Frosty Palace a pedir a Violeta un helado especial (y cuatro cucharitas).
Grease entra en ese elegido grupo de películas que si la enganchas en alguna cadena, te quedas a verla sí o sí. Como pasa con «El Golpe» o «Love Actually«.
Es de las que ha traspasado distintas generaciones, y aún a día de hoy sigue captando adeptos «around The World».
Pequeñas Sandys y pequeños Danny surgen cada año en cada una de las fiesta de disfraces que se celebran en las urbanizaciones veraniegas que pueblan nuestro país.
Y esos niños, al crecer, llevarán para siempre impregnado el espíritu de Grease. Y cuando lean noticias como la de ayer, sentirán la misma pena que sentí yo.
Porque Olivia Newton-John, también conocida como Sandy (o viceversa), decidió que el 8 de agosto de 2022 era su momento de pasar a la eternidad de manera oficial.
Nunca hubiese imaginado sentir la pena que sentí. Pero así ha sido.
Y por lo visto, no soy el único, dado la cantidad de alusiones hacía su persona en casi todos los medios de comunicación.
Que fuese un ícono cinematográfico –amén de ser una persona de dulce apariencia, lo cual siempre ayuda–, unido a su historia personal de lucha continua contra el cáncer estoy seguro que le granjeó numerosas simpatías, de ahí las muestras de afecto de anoche.
Otro personaje de la infancia que dice adiós a este mundo terrenal. Lo cual, por otro lado, nos hace darnos cuenta que el tiempo pasa, y que hay que disfrutar mientras podamos. Porque, aunque se dice que al mundo se ha venido a sufrir, engañemos un poco al destino, y vivamos felices.
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis
P.D.: Como le he leído a la señorita Beitia, «Olivia nos enseñó que aunque tengas 30, puedes hacer de colegiala. Hoy todas las treintañeras tenemos 17 otra vez». A lo que le contestado que los cuarentañeros hoy nos vestiremos con nuestro mejor perfecto de cuero (aunque permitidme que sea de manera figurada, porque no es plan de irnos detrás de la buena de Sandy por un golpe de calor severo).
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