Y ESAS CANCIONES HABLABAN DE ELLA

Y ESAS CANCIONES HABLABAN DE ELLA

Y ESAS CANCIONES HABLABAN DE ELLA

«Y esas canciones hablaban de ella», acabo de oír en Elizabethtown (película que hay que redescubrir de vez en cuando, por cierto, porque es bastante mejor de lo que parece).
–¿Y qué canción no habla siempre de ella? –he pensado.

Vuelvo de nuevo a hablar de música y mujeres, lo sé. Pero es que es lo mejor de lo que escribir.
Así que ¿para qué cambiar?.

Podría hablar de la sensación reconfortante que me ha dado salir a la calle un sábado por la mañana, con los últimos rayos de sol que caen en otoño, que aún calientan. Viendo a los abuelos con los nietos –y a los padres con sus hijos– pasar.
Pero eso se lo dejo a los que hoy no se han vestido de escritor maldito y atormentado.

Bueno, a lo que iba, que me disperso.
Estaba haciendo memoria de qué canción no habla siempre de a ella. Siendo «ella» cualquier mujer, por mucho que siempre haya una «más que las demás». Y no consigo no relacionar todas y cada una de las canciones que conozco con «ella».
¿Os pasa a los demás? ¿Es una deformación profesional mía? Vaya usted a saber…

No sé si algún día escribiré una canción, aparte de aquellas de juventud en las rimaba amor con candor o dolor. Pero me imagino que será mi leit motiv principal. Por recuerdos, por sentimientos buenos y malos, por momentos destacables y los que lo fueron menos. Pero sobre todo por despecho, que es un sentimiento aún más fuerte que el propio amor, a mi parecer.

Las mujeres han generado las mejores canciones de la historia. De esas que han formado parte de nuestra vida. Y que si por lo que sea no entraron por la puerta principal, lo hicieron por la de servicio. O incluso por la trampilla del perro.
Fueron creadas por artistas felices, por artistas tristes, y por artistas, que aún sin saberlo, se estaban convirtiendo sin querer en uno de ellos tras cada palabra que escribían en el papel, casi por azar.

Porque un proceso creativo no consiste en pensar en una idea y desarrollarla con premeditación, sino que es dejar abierta la puerta a todo aquello que va surgiendo desde cada uno de los afluentes de uno mismo, y va convergiendo poco a poco hasta acabar en el cauce principal.
Así lo veo yo por lo menos, que igual soy un poco caótico para estas cosas, y no concibo otra manera de elaboración más técnica y ordenada.

Por lo tanto brindaré las veces que haga falta, desde la esquina del bar desde el que estoy escribiendo, para que nunca falten historias que motiven a alguien a escribir muchas más de esas canciones, que nos (me) acompañen desde hoy hasta el fin de los días. Ya sea de la mano de alguien, o bien haciendo con vosotros el camino en soledad.

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

P.D.: Ahora, al acabar de escribir, veo una gota en mi teclado. No sé si es causa de la condensación del vaso, o es una lagrima furtiva que se me ha escapado pensado en alguna «ella», sin darme cuenta.

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