MIRA QUÉ FOTO HE ENCONTRADO
Desde el fondo de un cajón perdido de una casa familiar me llegó el otro día una antigua foto que podría titularse «Adolescentes engreídos en la Sevilla del 92«.
Por supuesto uno de esos adolescentes engreídos era yo. Por lo que lo de «engreídos» lo digo con conocimiento de causa y desde la verdad más absoluta.
Como tenemos ya una edad en la que aprovechamos lo más mínimo para intentar juntarnos, dado la dificultad que ello conlleva, usé la excusa de la foto para llamar a otro de los protagonistas y confirmar «reunión laboral» un viernes por la tarde.
Un mano a mano al abrigo del sol de mayo que ya calienta lo suficiente para despreocuparse de pensar en qué mesa de la terraza se estará bien, una vez que teníamos claro que nos íbamos a juntar en El Farolito, antigua patria a la que he vuelto tras mi exilio.
Todo transcurría con la tranquilidad que da el quedar sin más pretensiones que la de charlar un rato, hasta que empezamos a convertirnos en una especie de agujero negro que atraía hacia nosotros al resto de cuerpos celestiales que orbitaban alrededor.
Persona que pasaba por allí –por motivos completamente diferentes a algo que incluyese tomarse algo con dos viejos amigos– se quedaba en nuestra mesa.
De dos pasamos a ser tres en poco tiempo. Luego se juntaron dos más. El tercero se fue pero al rato apareció de nuevo porque «venga, me tomo otra, que me lo estaba pasando muy bien». Un quinto se unió y un sexto hizo aparición estelar.
Entre tanto «Otra ronda, por favor» era número 1 en la lista de Spotify de la calle Nuñez de Arce. Además con esa particularidad que marca que se están haciendo bien las cosas, y por la que si llega algo de más se le dice al camarero: –No te preocupes. Déjalo aquí que seguro que alguien se lo bebe.
Aquello empezó a traspasar lo local y me llegó un mensaje desde Madrid que decía: –Deberíamos hacer una de esas, pero en Sevilla, como en la foto.
A pesar de denostar las redes sociales –y sus sosias– la gran parte de las veces, he de reconocer que para cosas así vienen muy bien. Y en un momento puedes organizar los eventos de Jay Gatsby desde la mesa alta de un pequeño bar de Valladolid. La gente la tenemos, ahora sólo falta concretar el día y el lugar.
El resto de la tarde, como diría Sabina «copas, risas y excesos».
Nos sentamos allí a eso de las cinco de la tarde y nos levantamos a las diez de la noche. Porque, aunque crápulas, también cumplimos con nuestras obligaciones marcadas por la hora. La mía, en este caso, era llegar a ver a Sidecars a la Plaza Mayor. Y quería ver a seis músicos, no a dieciocho –y subiendo de dos en dos tras cada nuevo whisky–.
Al día siguiente recibí otra foto, del mismo viaje y casi de la misma gente. Pensé que igual debía comenzar una nueva Odisea. Pero comprendí que para nada soy ya ningún Ulises. Y que las epopeyas son eso, epopeyas, y no puede haber una los días pares y otra los impares.
Mientras tanto esperaré a que alguien abra de nuevo un viejo cajón y salga de él otra fotografía con un trozo de nuestra vida. El cual el tiempo ha hecho que olvidemos y que necesitemos reconstruir en compañía de otros. En un estado de comunión plena, mientras de fondo se oye «otra ronda, por favor».
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
P.D.: tras esto se podrían aseverar un par de cosas. La primera es que creo que somos los suficiente simpáticos como para que la gente se una a nosotros a pasar la tarde de manera espontánea. Y segundo, que vosotros oías unas palmas y os ponéis a bailar, pájaros. Brindemos por ambas cosas.
Comments (6)
Cuando vaya para allá, abriré mis viejos cajones… seguro tengo algo para aportar…
Y me arrimaré a esa mesa de buena gente…. lo sabes
De las hamacas en las que dorminos en Sevilla 92, no hay fotos, no??? JAJAJAJAJAJAJ
¡Ay mi madre! Veo que cada vez que abras un cajón me bajo media botella de whisky…
Seguro que alguien tiene fotos de aquellas hamacas. Tengo un proyecto en la cabeza, pero ya no sé de dónde sacar el tiempo. No se puede estar a todo.
¡¡En nada nos vemos, Elvi!!
Me encantan esos momentos de juntarse con gente a la que hace mucho que no ves y sentir como que no ha pasado el tiempo.
¡Yo también estoy suscrita a una lista de Spotify como esa!
¡Es una gozada, Palo!
Además para contar lo mismo una y otra vez pero sin problema, porque te sigue haciendo gracia por más de mil veces que lo escuches, y siempre al son de «Otra ronda, por favor»
Menos mal que se prohibió ir al Barrio de Santa Cruz.
OMG!
Norma que nosotros cumplimos a rajatabla, por supuesto…