YO YA SÉ QUE ES NAVIDAD
¡¡Ha llegado la Navidad !!
Y esto no lo marca ni el árbol del Rockefeller Center, ni El Corte Inglés, ni tan siquiera el anuncio de la Lotería.
Esto lo marca que en mi casa ya hay polvorones El Toro Vega.
Me imagino que cada uno en su casa tendrá el signo distintivo que le marque la llegada de este periodo del año que tanto nos gusta a casi todos (a los que no les guste, ¡huraños, que sois unos huraños!).
Para unos será la puesta de su árbol navideño. O el inicio, semana tras semana, de comidas y cenas con amigos y compañeros de trabajo.
Para la señora de El Almendro la vuelta a casa de su hijo en plan sorpresa… Aunque digo una cosa. Si cada año hace lo mismo, vaya mierda de sorpresa tiene que ser ya. Como si no supiese que su hijo va a ir a visitarle. ¡¡Pero si hasta sale en la TV!!
Los anuncios suelen ser una buena fuente para adivinar en qué época del año estamos.
Y más en ésta en concreto, gracias a los miles de ellos en los que descubrimos que a todos nos invade un espíritu de felicidad y buenrollismo. Tanto, de hecho, que hace que el tío de la cafetería donde desayunamos cada día nos haya guardado el décimo premiado, y nos pongamos a llorar de alegría de manera desconsolada.
(A mí me pasa algo parecido cuando salgo de Valladolid, pido una caña en un bar y me ponen una tapa gratis. Sin necesidad de que me den ningún décimo premiado, también os lo digo).
De todas maneras creo que se nos está yendo un poco de las manos, edulcorando las cosas a un nivel superior al de las almendras garrapiñadas o los alfajores de dulce de leche. Y vamos a a acabar provocando ataques hiperglucémicos con tanto azúcar.
Aunque, la verdad, es que la Navidad está precisamente para esto, ¿no?
Para esto, y para organizar un concurso sobre qué calle pone las luces decorativas más feas.
¿Pero quién las diseña? ¿El hombre que hizo el Nokia 7380?
(no tenéis ni idea cuál es. Pero buscadlo, buscadlo, y descubriréis que es aquel móvil que, como si de un vaquero se tratase, tenía una etiqueta de tela en uno de sus laterales)
Recuerdo que al principio eran bonitas y lucían bien (nunca mejor dicho), tal vez por la sencillez. Pero de repente debieron coger el mando los diseñadores de las casas que salían en el programa aquel que se llama «¿Quién vive aquí?«, y se empezó a liar. Cuánto daño hizo la burbuja inmobilaria, y no sólo a la economía…
Pues eso, que la gran mayoría son horribles. Aunque con la crisis, han debido recortar el presupuesto, y estamos volviendo a cosas menos recargadas que las fachadas platerescas. Gracias a Dios.
Así que aquí estamos, entre polvorones, anuncios y luces estrambóticas. Pasando unos días en los que la banda sonora la marcan los villancicos aflamencados, y el «All I want for Christmas is you» –¿dónde están los de toda la vida? Esos que cantaban niños (o mayores con voces aflautadas, no sé) o, en su defecto, Raphael–.
Basta ya de fusionar estilos musicales, que veo que Juan Magán, Pitbull y Pitingo se animan, y luego llegará el llorar y el crujir de dientes.
Pero a pesar de todo esto, aunque pudiese parecer lo contrario, me encanta la Navidad. Y estoy deseando que emitan de una vez «Love Actually« para verla otra vez (y si hacen sesión doble con «Qué bello es vivir», mejor).
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
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