BARCELONA ’92
El verano del 92 fue un verano de TV y prensa deportiva.
Se celebraron las Olimpiadas en Barcelona.
Aquellas que mostrarían al mundo que España era capaz de organizar un evento multitudinario a nivel mundial con una solvencia que dejaría pasmado al resto de países (el Mundial del ’82 fue una primera piedra de toque, sin duda).
Internet era algo que sólo manejaban determinados departamentos de facultades de ciencias y las agencias de seguridad del Estado. Así que sólo nos quedaban La1 y La2 –con la inolvidable pareja formada por Olga Viza y Matías Prats– y la prensa deportiva, para informarnos .
Venga, sí, lo reconozco, compraba el Marca todas las mañanas. Ese periódico con el que tanto me meto ahora por vender humo permanentemente, y sacar unos titulares en portadas más que discutibles en lo que a calidad periodística se refiere.
E incluso guardé durante muchos años todos los que se publicaron aquellos días. Porque estaba orgulloso de las portadas que anunciaban, un día y otro también, los logros de los nuestros –y de algunos otros, como esa medalla de Carl Lewis en salto de longitud, en duelo épico contra Mike Powell–.
Viví pegado a la enorme butaca de aquel enorme salón de casa, que se habilitada en verano porque era el más fresco.
Además tuve la suerte, dado que sólo había una TV, de que mis hermanos mayores estaban a otros asuntos más sociales casi siempre, y mis padres de veraneo en Comillas. Así que era toda para mí.
Recuerdo el encendido del pebetero a cargo de Antonio Rebollo. Los 1500 metros de Fermín Cacho y su continuo mirar hacia atrás. El primer oro a cargo de José Manuel Moreno en ciclismo. La victoria de mi paisana Miriam Blasco. La competición de saltos de trampolín. A Kiko haciendo el arquero…
Aunque también me acuerdo del angolazo. La derrota contra Italia en la final de waterpolo y la cara de los nuestros al recoger la medalla… La verdad es que poco más en la parte negativa, porque la memoria es muy selectiva, y rápidamente olvida los sinsabores que para nada hace falta recordar.
Y el Dream Team. El auténtico y único Dream Team.
Que para un aficionado del baloncesto como soy, era lo más que se podía ver en aquel momento –y que creo se vuelva a ver en la vida–.
Ah, y no me olvido de Svetlana Boginskaia, ¡¡por supuesto!!
A pesar de Cobi, todo salió a pedir de boca en el ámbito deportivo, en el organizativo, y en el institucional (Barcelona no estaba obsesionada con dejar de ser parte de España, y todos nos sentimos orgullosos de una de las ciudades más insignes del país).
Las selecciones no eran la ÑBA, Las Guerreras, Las Leonas o los Redsticks, sino simplemente «La selección española de tal deporte o tal otro». Porque no existía esa manía que han cogido hoy en día, los periodistas deportivos de este país, de inventarse cualquier nombre con tal de no decir España, no sea que unos pocos se ofendan.
Un gran año aquel del ’92. Con unas Olimpiadas como pocas recuerdo.
Tal vez sólo pondría a su altura la ceremonia de clausura, y sobre todo de inauguración, de Londres 2012. Pero por motivos completamente artísticos más que deportivos.
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
P.D.: Suerte a toda la delegación española que está en Río 2016. Aunque hemos empezado regular, espero que al final las cosas salgan como todos esperamos de bien.
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