NECESITO ENTRAR EN LOS SUEÑOS DE ALGUIEN
Cantaba Quique González aquello de «Necesito entrar en los sueños de alguien«.
Después de montar en bicicleta sin manos, y silbar fuerte con los dedos, esta habilidad estaría en el Top 3 de cosas que me gustaría poder hacer.
Las dos primeras, me hubiesen venido bien durante la adolescencia, pero tampoco desdeño el lograrlo ahora.
Y sobre la última, me encantaría ejercerla bajo demanda ahora mismo y así acceder a los sueños de una muchacha, que no me quito de la cabeza últimamente, a la cual conocí durante mi periplo en Burgos, mientras intentaba ser abogado.
Corría el curso 97-98, y ella era una especie de Inés Sastre de 19 años.
Recuerdo la primera vez que la vi en aquellos pasillos, según me dirigía a las que se suponía que serían las clases que aclararían mi futuro. Ella tan guapa, y yo tan… yo.
Morena, como las mujeres de Julio Romero de Torres, y con el pelo recogido en un moño. Vaqueros azules, camisa de rayas, y perlitas. Siempre perlitas.
Su candor era perceptible aun antes de haber hablado con ella.
Coincidimos por primera vez, fuera del ámbito académico, durante las fiestas universitarias que se celebraban los jueves por la noche.
Era la época en que Tontxu sonaba en la radio, y ella se convirtió en mi particular Ángel de puntillas. Yo, de Valladolid. Ella, burgalesa. En un momento dado, no sé dónde estoy, y mis amigos han desaparecido. Entonces, «Tú me coges de la mano, empezamos a buscar…»
Como el tiempo no siempre es justo con la memoria, y la trata con desdén, no consigo acordarme de su nombre.
Parece mentira que no sea capaz de recordar el de alguien que me tuvo completamente loco durante los meses pares que transcurren de septiembre a junio, y los impares de junio al septiembre anterior.
Una lástima, porque me gustaba de verdad, y me da vergüenza no caer en la cuenta. Aunque estoy seguro que me acabaré acordando. Se lo merece. Me lo merezco. Nos lo merecemos.
Les preguntaría a Mikel o a Fran (de sus nombres sí me acuerdo, maldición) , mis compañeros de residencia, que estaban con ella en clase. Pero en aquellos años apenas había móviles, así que nada de números de teléfono a los que poder remitirme. Como mucho tuve, en su momento, los de sus casas. Pero vaya usted a saber dónde los apunté.
Recuerdo aquel año con mucho cariño, a pesar de que en lo académico fue un desastre.
Los malos resultados eran mi sino entonces, y es una de las cosas de las que más me he arrepentido. Primero por no haber aprovechado bien el momento. Segundo por no haber cumplido con una de mis pocas obligaciones, que era acabar mis estudios cuando debía. Y tercero por el desembolso económico que hicieron mis padres para que lo lograra, sin éxito.
Con el paso del tiempo le puse remedio, pero ni lo hice en Burgos, ni fue Derecho. Así que siento que lo hice tarde, por mucha buena dicha que hubiese.
Si puedo servir de mal ejemplo para enderezar el camino de alguien, úsenme las veces que haga falta.
Así que decidme si no es cierto que necesito entrar en los sueños de alguien.
Quizá esta noche sea la noche. Total, Burgos no queda tan lejos, y menos para llegar como una ensoñación.
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
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