LA LUZ DE LA OSCURIDAD

LA LUZ DE LA OSCURIDAD

LA LUZ DE LA OSCURIDAD

Con música de fondo y la luz tenue de mi cartel de Coca Cola me siento a escribir.

Y lo hago de manera muy egoísta, porque me acabo de dar cuenta que mi actual desgobierno mental se debe en gran parte a mi cada vez menos habitual presencia en estos tercios.
Así que este post lo voy a escribir, por primera vez, pensando en mi propio interés en vez de en el vuestro.
Disculpadme.

Hoy es de esos días en los que necesito la luz de la oscuridad para vivir.
El sonido del silencio. Estar acompañado por la soledad. Viajar mirando por una ventana. Ver la música…
No sé cómo explicarlo, pero creo que estos eufemismo son lo suficientemente potentes para que os hagáis una idea.

Algunos les llaman días grises, pero no me gusta usar expresiones pesimistas. No es necesario ahondar en la herida. Es que además el día no es triste como tal. Así que diré que es de esos días “de escuchar jazz“.

Y es que no es lo mismo estar triste que estar melancólico, que igual sería la palabra más cercana a mi estado actual.
Hoy, el crepitar de una aguja, mientras pincha el sinfín de un disco, me parece un sonido de lo más atrayente. ¿Me entendéis?

Encima llueve ahí fuera. Y ese es el primer mandamiento del decálogo de la saudade, que dicen –decimos, que al fin y al cabo el 50% de mi ser proviene de allí– los gallegos.

Mira, me gusta saudade como expresión para mi día de hoy.

Precisamente porque creo que no hay definición exacta a tal palabra.
La saudade es. Se siente y se vive (o se padece, según cada uno). Y yo creo que hasta se puede disfrutar.
Porque los sentimiento, más que padecerlos, hay que vivirlos.
Nada es bueno o malo per se. Sino que es la manera con la que se afrontan los hechos la que decide la forma con el que mirarles a los ojos.

Tengo una botella de Blue Label sin abrir, guardada para un momento especial. Y acabo de decidir que por qué no es hoy ese momento. ¿Qué mejor situación que la de ahora mismo?
He sobrevivido al pasado, el hoy le afronto con aplomo, y lo que pueda suceder mañana no sólo no me asusta, sino que me motiva y me da fuerzas.
¡Brindemos pues!

¿Quién dice que desde un resquicio no se puede obtener una buena vista?
Simplemente hay que mirar y comprobarlo.

Así que busquemos el nuestro, y miremos a ver qué nos ofrece.
A lo mejor lo que veamos nos sorprenda y sea eso que siempre hemos deseado. Pero que nunca vimos porque, justamente, esa pequeña abertura nos parecía poca para mirar a través de ella.

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

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