AQUEL TANGO

AQUEL TANGO

AQUEL TANGO

Siempre quise haber sido yo quién le diese un «abrazo estrecho» a Gabrielle Anwar en el Pierre, bajo los compases de «Por una cabeza».
De hecho, ella fue uno de los grandes mitos de mi adolescencia. Así que podríamos decir que más que querer, «desee haber sido yo».

Todo fantasía, por supuesto. Ya no por agarrar fuerte a la bella Gabrielle durante el baile –que también–, sino por el aún más improbable hecho de estar yo bailando.

Anoche, a falta de algo mejor qué hacer, encontré, mientras cambiaba de canal con inapetencia, «Esencia de mujer» en la tv.
A pesar que la había visto hacía relativamente poco, y estaba ya algo avanzada, repetí.

Me sigue gustando esa particular capacidad del teniente coronel Slade de distinguir con precisión los aromas que desprenden las mujeres. Me parecía un método de seducción sublime, aunque poco práctico para los que sufrimos sinusitis crónica como yo.
Aún así lo intentaba, aunque con escaso éxito, todo hay que decirlo (con menos de esto, Woody Allen podría haber escrito una pieza corta para televisión).

Y es que he sido muy de intentar imitar los modelos de comportamiento de los protagonistas de las películas.
Qué pena que nadie me explicase bien que suelen ser ficción, incluso aquellas basadas en hechos reales. Estoy seguro que me hubiese ahorrado más de un sonrojo y unas cuantas decepciones.

He aquí el libro de mi vida.

Prólogo.

  • Peinarse con la raya a la derecha no te convierte en Cary Grant. Suele hacer falta también el resto del cuerpo.

Capítulos

  1. Ser surfista en Castilla no es fácil (creo que esto, ni aún llamándote Keanu, y apellidándote Reeves).
  2. Hacerte escritor para una revista de música, siendo adolescente, complicado. Seguir la gira de Candeal no da para mucho.
  3. De las pelis de adolescentes rebeldes no saqué grandes conclusiones. Una vez hice una, y la que tramé… Así que mejor no repetir. No merece la pena simplemente para así tener alguna historia de malote que contar.
  4. Al igual que Adam F. Goldberg, también intenté todo lo que vi en las pelis de John Hughes. Pero está claro que para que salga bien hay que ser un adolescente americano de los 80.
  5. «Oh capitán, mi capitán», mejor que sólo sea el título de una obra de Whitman.
  6. Don Draper me dejó más cerca de la cirrosis que del éxito.
  7. Tengo el pelo demasiado rizado para siquiera poder tener la coleta del pirata Roberts. Como mucho, podía haber sido Iñigo Montoya.
  8. No vale simplemente cantar Sweet Caroline. Hay que aprendérsela al piano, e interpretarla en un reunión de antiguos alumnos.
  9. 500 días juntos me parecen pocos.
  10. Hugh Grant tartamudea con gracia. Hablar a toda leche no tiene el mismo encanto.

Epílogo.

  • Por supuesto no he estudiado en Hogwarts, no tengo el esqueleto de adamantium, y no soy caballero Jedi (ni siquiera contrabandista espacial a bordo de un pedazo de chatarra).

Por cierto, seguro que el coronel Slade sí sabía a qué olían las nubes. ¿Alguien le llegó a preguntar?

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

P.D.: Miki, tú me animaste mucho a seguir escribiendo, así que gracias. Allá donde estés cuida de todos nosotros. Y canta, canta mucho. Que ya sabes que aunque tú poesía era soberbia, a mí me gustaban más tu voz y tu guitarra.

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Comments (2)

  • Juan Pablo Ocaña Reply

    Paty, te leo a tirones, así que cuando lo hago, me leo 4 o 5 escritos tuyos seguidos; siempre me gusta lo que escribes, aunque nunca comente nada. Gracias por el final de ese artículo. Un abrazo

    02/12/2020 at 4:59 pm
    • Paty Varela Reply

      Gracias a ti, Juanpi!!
      Con respecto al final, qué menos que eso. A las buenas personas hay que recordarlas siempre que se pueda, y Miki era uno de los buenos de verdad.
      Un abrazo enorme!!

      02/12/2020 at 5:23 pm

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