MI 7º ARTE: TOP GUN MAVERICK
Llevo unos cuantos días intentando escribir esto, y no lo logro.
No consigo plasmar en papel el haberme vuelto a convertir en un adolescente a los cinco minutos de empezar la película.
No soy capaz de explicar por qué se me humedecieron los ojos al escuchar unos simples acordes, sin que me consideréis un loco o un exagerado.
Pero es que todo esto pasó de verdad. Y a veces, la realidad es más difícil de reflejar que la pura ficción.
Perdería el tiempo intentando basar mi comportamiento en cuestiones lógicas. De nada valdría racionalizar mis actos.
Porque TOP GUN se va a ver con devoción. Y en la fe se cree. No hay que explicarla.
Aviones, motos, coches deportivos, acción a raudales, actores y actrices de videoclip… Y barra libre de testosterona, claro. En frascos de 200ml. sin dosificador.
Y eso es justo lo que queríamos, me atrevo a asegurar, el 99,9% de los que estábamos en la sala.
El 0,1% restante lo reservo para la mujer que, al salir del cine, dijo bien alto para que todos la oyésemos: «Mucho machito junto para una película rodada en 2022. Qué rancio todo«.
Todos la oímos sí. Y todos pensamos en la tontería que acababa de decir.
Hay gente que está confundiendo las cosas, y está mezclando lo que no hay que mezclar.
Llegando al plano personal, que es en lo que me suelo centrar cuando escribo sobre cine, puedo decir que la he visto dos veces en tres días. Y que al primer pase fui con una camiseta de la Navy Fighter Weapons School comprada para la ocasión.
También puedo contar que me planteo volver a usar camisetas blancas con los vaqueros, convirtiéndome así en un anuncio de Levi’s de tiempos pasados. Igual me falta la figura adecuada, pero también la vergüenza que me podría impedir usarlas. Quién sabe si esto no podría suponer una motivación para perfilar mi abovedado estómago.
Aunque si hay algo que resuma el flipe subido en el que me encuentro, es que según llegué a casa, y guiado por lo más superficial de mi cerebro –y obviando los 30º que indican que el infierno está a punto de llegar–, me compré la cazadora que se puede apreciar en la fotografía. Al fin y al cabo, «No pienses. Hazlo»
La moto estaba difícil, y Jennifer Connelly más (o al revés, que no quiero que por cerrarme puertas, me puede ocurrir como a Ross con Isabella Rossellini). Así que aprovechando que la altura del señor Cruise ya la tengo, he empezado a hacerme con sus complementos.
De la primera decían que era una película mala y sin valor. Aunque me atrevo a aseverar que es una de las que marcaron a una generación. Y el arte se crea para perpetuarse en el tiempo, ¿no?
Bueno, pues ésta entretiene, y mucho.
Y lo consigue con una fórmula muy fácil: replicar la película de 86, actualizada al tiempo actual –sin caer en las cuotas WOKE que todo lo inundan hoy –. Y le añade alguna pequeña novedad.
Enhorabuena a Tom Cruise por haber hecho lo que quería, aún con riesgo de ser pasto de los enfadados oficiales, a los que todo les molesta. Habrá pensado que dado que iba a ser su víctima hiciese lo que hiciese, por lo menos se ha quedado a gusto.
Dejémonos arrastrar por la magia del cine. Y convirtámonos en aquellos que siempre quisimos ser de jóvenes. ¿Quién sabe si algún día se hará realidad?
Yo, de momento, tengo una CWU 45 en cuya solapa hay un parche que indica que soy el Capitán Pete Mitchell. Punto.
Besos para ellas, y velocidad para todos.
Se os quiere y lo sabéis.
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