YO TAMBIÉN QUISE SER UN ADOLESCENTE AMERICANO DE LOS ’80 (y 3ª Parte)
Pues sí, va a haber tercera parte de esta sinrazón que está saliendo de mi cabeza y que se llama «Yo también quise ser un adolescente americano en los ’80».
Por supuesto, como buen adolescente americano, estoy escribiendo estas letras en un cuaderno con renglones. Y lo estoy haciendo con un lápiz.
¿Qué pasa, que a USA no llegaron los bolis BIC?
Creo que usaban lápices para poder corregir en el último momento las respuestas del SAT para aprobar el examen de actitud. Justo cuando el segundero del reloj estuviese a punto de dar las 12.
Así luego podrían ir a la universidad de Michigan o de Ohio (de donde es el famoso «un estudio de la Universidad de Ohio ha demostrado que…«)
Para eso podían haber usado los famosos bolis Replay que usábamos en España. Que aunque más que borrar lo que hacían era arrancar el papel, para el caso, valían.
Una vez acabado el examen, que por supuesto aprobarían, podrían acudir sin problema al baile de graduación. Con su bonita camisa de chorreras azul cielo, y su ramillete preparado para ser puesto en la muñeca de su chica.
Pero, ¿quién sería la chica?
Aquí tenemos varias opciones:
Si el curso lo empezó el chaval siendo el típico friki gafotas, cuando llegaba el último día se iba a dar cuenta que usando lentillas, desabrochándose el primer botón de la camisa y peinándose con fijador Patrico (el Giorgi de la época), automáticamente se iba a convertir en el tío más molón del High School.
Así podría llevar a la espectacular rubia a quien llevaba todo el año persiguiendo. Y que a pesar de sentarse detrás de ella en clase de ciencias, ésta no conocía ni su nombre.
En cambio, si el joven adolescente americano era el más popular, se acabaría dando cuenta que la barbie que tenía como novia era tonta de remate. Y que quien realmente le gustaba era su amiga morena de la infancia.
Esa a la que cuando tenía problemas iba a buscar de noche. A la que avisaba tirando piedras a la ventana de su habitación, para que le abriese. Y así poder acceder al cuarto, escalando a través del árbol del jardín.
Se formase la pareja que se formase, ambos irían al baile en el coche del padre, que le habría dejado dándole las llaves y mirándole a los ojos fijamente mientras decía: «Sólo voy a decirte un advertencia. Disfruta de tu día, hijo mío».
Por supuesto, esa pareja perfecta que se había formado el día anterior por causas del destino, serían elegidos, y decid de nuevo todos conmigo, «¡¡La Reina y el Rey del Baile!!»
La elección causaría gran alegría y alboroto entre los presentes, que romperían a aplaudir (del tema de aplausos quizá hablemos otro día, porque todos tenemos ahora mismo en mente ese momento en el que en un determinado momento, un espontáneo se levanta de su asiento y ante la mirada de todos, comienza aplaudir de forma pausada y luego… Bueno, eso, que igual de ello hablemos otro día). Acto seguido, el chico sacaría a bailar a la chica, mientras le decía, «he dicho a la banda que toquen nuestra canción».
¡¡¡¡¡¡OOOOOOOOHHHHHHHH!!!
Bueno, y este sí que creo que será el último post sobre el tema. Porque al final veo que acabo saliendo mañana a la calle con las Converse, y vuelvo al Sanjo a ver si por fin han puesto taquillas en los pasillos.
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
(o lo que es lo mismo, XXX OOO XXX)
P.D.: ¿Tal vez veamos algún día qué tal le fue a Mike en el University College?
YO TAMBIÉN QUISE SER UN ADOLESCENTE AMERICANO DE LOS ’80 (1ª parte)
YO TAMBIÉN QUISE SER UN ADOLESCENTE AMERICANO DE LOS ’80 (2ª parte)
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