MI 7º ARTE: LOVE ACTUALLY
Una película que tiene ese inicio no puede más que transmitir buen rollo, paz y serenidad.
No puede más que inspirar buenos sentimientos para con uno mismo, y para con los demás.
No puede más que animar cuando estás decaído, y ponerte exultante si ya estás contento.
Y es que Love Actually es una película para sentirse vivo. Para desterrar malos pensamientos. Para hacerte feliz, y para que hagas felices a los demás.
No creo que con esto os descubra nada nuevo, ni mucho menos. Ya está todo dicho sobre esta película que se ha convertido en un clásico de la Navidad a la altura de Qué bello es vivir o de Pretty Woman (en cualquier otra época del año).
Es una película que quién más y quien menos todo el mundo conoce. Y que cuenta con un gran número de fans (y seguro que también de detractores, que Mr. Scrooges hay por doquier). Y que a mí, en particular, me apasiona.
Porque siendo como soy no podía ser de otra manera, dado que veo el vaso tan medio lleno, que se desborda. Y en Love Actually hay desbordamientos en todas y cada una de las historias que se cuentan. Y son unas cuantas.
En todas ellas vemos cómo se desarrollan situaciones más o menos cotidianas que nos podrían suceder a nosotros mismos en distintas etapas de nuestra vida, y que hacen que las sintamos más cercanas. Y que sintamos empatía con sus protagonistas –con unos o con otros, dependiendo de en qué momento o situación personal nos encontremos (aquí pasa como con Friends, que no siempre nos identificamos con el mismo)–.
En mi caso siempre he sentido predilección por la historia de Jamie y «La Hermosa» Aurelia. Pero, ¿quién no ha sentido la angustia de estar enamorado como Sam (que se encarga de dejar muy claro que nunca es pronto para estarlo)? ¿Quién no ha tenido un sentimiento como el de Mark hacia Juliet, sabiendo que es una relación imposible a pesar de que para él, ella es perfecta? ¿O quién no ha sido alguna vez Primer Ministro inglés y se ha enamorado de ¡su secretaria!?
Y me siento identificado, ya no sólo en lo referente a sentimientos o amor, sino que, por ejemplo, también toqué la batería (sí, para impresionar a mi particular Joanna, no nos engañemos). También bailé haciendo el payaso como el recién mencionado Primer Ministro. E incluso hasta me fui de retiro para intentar escribir algo que fuese lo más parecido posible a una novela –con catastróficos resultados–.
Así que, ¿cómo no voy a ver esta película por lo menos una vez al año?
(y estoy casi seguro que también dos y tres)
Soy tan fan de ella que dado que empieza «5 semanas antes de Navidad«, un año eché la cuenta, y ese día exacto, que es el 20 de noviembre, intento verla. Tengo, como una de mis mayores posesiones, por lo que es y por quién me lo regaló, el guión de la misma.
Y si el principio es sublime, el final no se queda corto.
Empalago máximo, sí, pero ¿qué esperar de un film que se desarrolla en una época en el que se pueden llevar jerséis de punto gordo con dibujos navideños sin que pase nada, y cuyo dulce estrella es el polvorón? Y todo con God only knows, de The Beach Boys, de fondo.
Sed cursis, disfrutad, almibararos si hace falta para meteros más en el papel. Que el espíritu de la Navidad os invada.
Y recordad que una frase tan absurda como «Bello. Bella montaña. Árbolos…«, puede ser el comienzo de la relación con el amor de vuestra vida.
Porque dicho amor, en realidad, está en todas partes…
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
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