OH, COME TAKE MY HAND

COME TAKE MY HAND

OH, COME TAKE MY HAND

Tengo la sanísima costumbre de escuchar música mientras trabajo (y mientras no, también), siempre que el entorno en el que estoy me lo permita.
Y en esas estaba hace un rato, cuando ha empezado a sonar Thunder Road –que es una de las varias «mejor canción de la historia»–, y sin darme cuenta apenas, me he puesto a cantarla. Y al acabar he notado que tenía los ojos completamente vidriosos y a punto de crear de la nada un Río de la Plata a través de los surcos de la epidermis de mis mejillas.

No estaba pensando en ella –es más, de hecho estaba bastante concentrado en lo que estaba haciendo–, y sin embargo mi cerebro, mi ser, mi corazón, mi alma, o vete tú a saber qué, la ha metido de rondón en mi cabeza, y me ha hecho sentirla y vivirla de esa manera, mientras mi cabeza estaba a otras cosas mucho más productivas en lo laboral.

¿Se puede uno enamorar de una canción al igual que la niña del anuncio estaba «in love» de su casa?

Sé que el amor está demasiado caro en estos tiempos modernos como para desperdiciarlo en algo que no te va a corresponder, pero os aseguro que hay canciones a las que necesito tanto como a una mujer.
Necesito escucharlas, sentirlas, hacerlas mías. Estar con ellas día tras día, añorándolas cuando esto no sucede. Que me provoquen alegría en unos momentos, tristeza en otros, y que me ofrezcan consuelo cuando haga falta. Que me hagan aflorar sentimientos ocultos, anquilosados, o incluso inexistentes hasta ese instante.
Suena un poco descabellado, lo sé, pero es lo que siento, y no sé si alguien más entenderá esta sensación o seré yo rara avis.

Thunder Road es quién me ha provocado esto esta tarde, pero hasta hace bien poco tenía que escuchar todos los días Dinamita y Contra las cuerdas de Sidecars . Era justo y necesario hacerlo.
Porque al hacerlo algo dentro de mí se ponía en marcha. Hacía que me sintiese vivo –ya fuese produciéndome alegría o tristeza, dado que son canciones con sentimientos contrapuestos dependiendo del momento en que las escuchase–. Se me ponía la carne de gallina y se me erizaba el vello. Con ellas que he vibrado, he gozado, he llorado. Las he cantado gritando y las he cantado mediante susurros.

Y es que hay temas que están creados para vivirlos y disfrutarlos todos y cada uno de los días de nuestra existencia, como el mejor de los amores. Puros e intensos. Fieles desde el primer hasta el último momento. Altruistas.
Un extraño amor, pero amor al fin y al cabo.

Así que espero que también os pase a vosotros, porque siempre está bien amar de la forma o manera que sea.

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

(Visto 222 veces)

Comparte este post

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

MÁS COLUMNAS