CHOPIN CON ACENTO EN LA I

CHOPIN CON ACENTO EN LA I

CHOPIN CON ACENTO EN LA I

Durante mi vida siempre he buscado la excelencia a la hora de tocar mal un instrumento. Lo he conseguido cum laude con la batería y la guitarra.
Y a pesar de no querer cejar en el intento de ampliar mi currículum como el peor músico del mundo, esta vez voy a intentar salirme del camino. Me quiero convertir en un outsider. Un underdog.
Así que me he comprado un piano, con la sanísima intención de tocarlo con, ya no digo maestría, sino simplemente, cierta habilidad.

Pero una cosa voy a cambiar esta vez.
No más «Te voy a contar lo que nunca nadie antes quiso decirte a la hora de aprender», o «Toca como un virtuoso en 10 días». Voy a seguir el camino del estudio y la repetición. «Éste es el camino», que dirían en Mandalor.
Ejercicio constante. Horas y horas de esfuerzo. Escalas arriba y escalas abajo. Dolor de dedos y de cervicales. Hanon ha entrado en mi vida como ese profesor severo que lo es por el bien del alumno, y al que al final se le coge aprecio.
No más del elixir mágico del Doctor Doxey que aparecería en las historias de Lucky Luke, por favor.

Lo mejor para lograr esto es concebir el aprendizaje como algo que puede durar todo lo que quieras que dure. Que siempre se pueda seguir, si así se desea.
Contaban en mi casa que, uno de mis tíos, al volver de su primer día de colegio, le preguntó a mi bisabuela:
«¿Cuándo me dan vacaciones?». Y ella, que dicen que era muy sabia, respondió: «Nunca, hijo mío. Nunca».
Vale que no me voy a convertir en concertista, ni me van a esperar los mejores auditorios del mundo, pero sí me gustaría por lo menos disfrutar mientras toco.

Me he pertrechado con todo lo necesario, e incluso más. Soy muy dado a tener todo aquello que me pudiese hacer falta, incluso sabiendo que hay cosas que jamás saldrán de su caja. Además, dado que Wallapop se inventó para mí, y que si esto va, como alguna que otra cosa, al cesto de «Uyyyyy. ¡Casi!», seguro que hay alguien que me cogerá el relevo.
Parece mentira que con la de veces que he visto El Imperio contraataca aún no haya asimilado el «Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes», del maestro Yoda (que ahora que lo pienso, para lo disléxico que era, qué bien acuñó la frase).

¿Cuánto me va a llevar esto? Ni idea.
No hay una métrica exacta para el camino a seguir porque cada ser humano es único, como las rayas de una cebra. Aunque sí unos ciertos tiempos. Y saltárselos puede que provoque una sensación de satisfacción en el corto plazo que a la larga produce vicios muy difíciles de subsanar, una vez que ese rápido placer ya no satisfaga, y necesites más.
Pero tiempo tengo, así que sin prisa. Mi ocio ya no consiste en socializar como lo hacía antiguamente, así que ese hueco –gigante– se puede ocupar en parte por esto.

Además, para que no se diga que los autónomos nos pasamos el día protestando porque todo son problemas e impuestos (que también), serlo me permite disponer de mi vida a mi antojo. Así que le voy a hacer ese hueco al aprendizaje musical, igual que se le he hecho a poder sentarme a media mañana de un miércoles, por ejemplo, a tomarme una caña, con su pincho de tortilla, al solete de últimos de marzo.

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

P.D.: todavía tengo que pensar qué canción sea la que elija para interpretar por primera vez, fuera de los cursos que hago. Ahora mismo están en cabeza Temblando y Mia & Sebastian’s theme. Pero seguro que alguna más entra en liza. Se admiten sugerencias.

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