EL PRECIO DE LA VANGUARDIA
– Quería, por favor, unas galletas María con mantequilla.
– Lo siento caballero, aquí sólo tenemos productos de alta repostería con nombres en inglés o francés.
Qué difícil tiene que ser siempre el más cool de todos. Y hacer permanentemente todas las cosas guays que vemos en Instagram, en vez de las que muchas veces queremos hacer realmente.
Estoy seguro si fuese un «It boy» perdería ese estatus ante el primer plato de arroz con huevo frito y tomate que se me presentase.
En ese mismo instante descendería de manera directa, y sin pasar por la casilla de salida, al infierno de la medianía y la vulgaridad –para muchos–. Con pocas posibilidades de poder salir de él a base de rollos de puré con relleno de bonito, aceitunas y tomate. O patatas a la importancia (las cuales aparecen por segunda semana consecutiva en mis posts).
Tal vez si las deconstruyera un poco… Así, quizá sí. Pero seguro que no estarían, ni siquiera de cerca, tan buenas como lo están en bruto.
No os digo nada si en esa búsqueda permanente del vanguardismo sólo pudiese escuchar grupos que no conoce nadie (muchas veces porque hacen puta mierda de música, no os equivoquéis).
Los cuales tendrían que dejar de gustarme en el preciso instante en que empezasen a ser ligeramente conocidos, simplemente por serlo, y abandonar de esta manera el mundo underground en el que eran dioses.
Nunca fui de los de «yo los escuchaba cuando no los conocía nadie». No he sido un gran descubridor, no. Pero en cambio sí he sabido diferenciar el grano de la paja, y seguir a los que realmente han demostrado que valían la pena, aunque ya fuesen conocidos cuando les empecé a escuchar, o más bien a pinchar.
No digo yo que no haya gente que esto lo haga de manera natural, y sea así realmente su día a día sin necesidad de adornar las cosas hasta convertirlas en rococó.
Pero también estoy seguro que muchas veces se nos va de las manos la figuración. Y a mí el primero.
Venga, el próximo día que me vaya a preparar una fabada Litoral, voy a colgar la foto sin ni siquiera abrir la lata. Así, al natural, para que podáis ver que también la gente come esas cosas.
Y macarrones, y pechugas de pollo, y acelgas, y… Pero si hay hasta veces que los humanos desayunados en una taza con el canto mellado –de esas que todos tenemos en casa y que por algún motivo no tiramos a la basura–, un café con leche sin espuma, con una tostada sin ese perfecto dorado y su pegote de mantequilla estratégicamente colocado para poder pintar con ella el pan, cual pintura sobre lienzo.
Que haya vanguardia y modernidad. Pero siempre con realismo y naturalidad, por favor.
Que al final, las pantomimas, siempre se acaban desmontando solas.
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
P.D.: enhorabuena Quesos, por vuestra 5ª Supercopa consecutiva. Fuerza y Honor!!
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