FRASES CÉLEBRES

FRASES CÉLEBRES

FRASES CÉLEBRES

Cuenta la leyenda, ¿qué en un árbol se encontraba encaramado un indiecito guaraní?.
Creo que no es esa a la que me iba a referir, sino a una que dice que en cierto colegio, cada alumno tenía la obligación de escribir por la mañana, según llegaba a clase, una frase en la pizarra de esas que suelen llevar moraleja, o que por lo menos nos hacían reflexionar sobre algo.
Pues llego el día en que uno de esos niños ligeramente provocadores (el nombre de dicho niño es lo de menos), escribió:

Cuando todo está perdido, sólo queda molestar

¡¡Qué frase, Dios mío!!
¡¡Qué pensamiento tan profundo!!
Es el lema sobre el que se basa toda la doctrina de los tocahuevos.

Pongámonos en el caso del niño-adolescente en cuestión y lo que le llevó a pensar en tan magna frase.
No apruebas ni una, el curso va a septiembre de todas, todas, y lo mejor de la época en la que te encuentras (Abril-Mayo), es que ya hace bueno en la calle.
¿Resultado?
Pues entrar en clase a tocar las narices, para ver si en el minuto uno te dice el profesor:
“A ver, Señor Tal cierre la puerta. Por fuera si no le importa”
Que no es mala esta frase tampoco. Y si alguno ha ido al San José, puede que se la hayan dicho alguna vez.
O sino, esta otra, que no se queda coja:
“Señor Tal, qué tal hace hoy??”
“No, no conteste ahora. Váyase un rato fuera y cuando termine la clase, me lo comenta”

La forma de tocar las narices era diversa y variada, siempre sin faltar al respeto ni a la integridad física de nadie, por supuesto.
En aquella época éramos, digo, eran, muy respetuosos a pasar de todo, con el profesorado.
Desde no callar, hasta no parar de hacer “click, click” con los bolis. Pasando por el diseño, construcción y fase de pruebas de todo tipo de objetos voladores denominados Spusnis (“No me puedo asegurar, pero me paice haber visto pasar un Spusni”, que decía el Señor Fabrique. Tan buen dibujante como mal orador).

A veces, igual que el camino más corto entre dos puntos es la línea recta, la forma más fácil de irse era directamente pedirlo:
“Señor Urbano, ¿le importaría que fuese a ver qué tal tiempo hace fuera, para indicárselo a usted cuando acabe la clase?”
Que además de ser la manera más sencilla de hacerlo, provocaba que la clase discurriese más tranquila, según indica otra gran frase que reza así:
“El que es feliz, no da por culo”

Y esta fue una de las grandes enseñanzas de mi tiempo (que pesado con particularizar la historia), de los tiempos de colegio de algún que otro niño, que con los años se convertiría en Horroroso.

Así que ya sabéis, si en algún momento de vuestras vidas no veis solución algo pensad en ello:
“Cuando todo está perdido, sólo queda molestar”.

De todas maneras, intentad sed buenos y no toquéis mucho la narices, que no está el país para más sustos.

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

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