LAS COSAS SENCILLAS NOS FACILITAN LA VIDA

LAS COSAS SENCILLAS

LAS COSAS SENCILLAS NOS FACILITAN LA VIDA

Lo malo de escribir sobre uno mismo, es que llega un momento en que te quedas sin experiencias vitales de las que hablar, dado que últimamente tengo la vida social de una ameba.
¡Me estoy quedando sin historias, y eso no se puede consentir!

La verdad es que fijo que tengo un montón que contar. Porque mi vida, a día de hoy, ha sido bastante plena, y me han sucedido muchas andanzas.
Así que estoy empezando a pensar que el verdadero problema es que se me están empezando a olvidar, las… esto… ¿cómo se llaman?… LAS COSAS!!

De lo que sí me he dado cuenta, lo cual puede que sea la causa de lo que acabo de contar, es que tengo mogollón de historias alrededor de la noche y los bares.Y eso tampoco es bueno. ¿O sí?

Antes hacía mucha vida en los bares. Y ya no sólo porque fuese más joven –y me pasase el día de iglesia en iglesia con los parroquianos de cada una de ellas– sino porque había otro rollo.

Ahora vas a un bar entre semana, y entre los que beben cestos de frutas y verduras, los que sólo van para poder hacer fotos en Instagram simplemente, y los que comen muffins, cronuts, cupcakes y todo tipo de cosas antes llamadas «madalenas» y bollos, ya no es lo mismo.
Se ha perdido la esencia del bar familiar en el que te sientes como en tu propia casa. Y a veces mejor que en ella.

Si es que ahora parece que es el decorado de cualquier película ambientada en Nueva York. Pero con una pequeña diferencia, no estamos en Nueva York
Y no es que sea yo precisamente quien no defiende la american way of life, pero con orden. Porque de bares, sabemos mucho en España como para tener que importar los de otros sitios.

Que ademas, me pregunto. ¿Pero los dueños de esos bares, de qué viven?.
Porque a base de un café en toda la tarde, no haces caja ni para pagar el wifi. Mira, aquí si que apruebo la política de precios del Starbucks.

En ocasiones las cosas son tan modernas, que me siento como Jacques Tati en «Mi tío«.
Recuerdo un día, cenando en un bar de esos tan de diseño que al año, como están pasados de moda, cierran porque ya no va nadie (y esto es así), que no conseguí abrir el grifo del agua del baño, y tuve que salir a preguntar.
Se activa poniendo las manos debajo del propio grifo, caballero –me dijeron.
Y yo me quedé con cara de «Vale. No me mire con ese aire de superioridad intelectual, que al final veo que le acabo metiendo el pan cristal con aroma de hinojo y flor de azahar que me ha puesto, por donde la espalda pierde su digno nombre«.

Aunque hay veces que no consigo ni llegar al baño, porque la abstracción del artista a la hora de crear la composición que decide la puerta que tengo que elegir por mi condición humana (y divina) de hombre, es digna de llevar a estudio.
«Hombres/Mujeres», y ya.  No hay que complicarse más. Cualquier otra virguería es innecesaria. Y más en aquellos bares/restaurantes en los que se prevé que el alcohol va a correr, y se pueden nublar un poco los sentidos.
Se han dado casos de gente que se ha sacado la carrera de bellas artes allí, de lo que han tenido que estudiar la obra conceptual del creador de los carteles, para poder elegir la puerta adecuada.

Así que por estas y algunas cosas más, mi asistencia a los bares ha menguado bastante en los últimos tiempos.
Volvamos a aquella época en que si pedías whisky te ponían DYC. Y si pedías ginebra te ponían Larios (cambiándose por J&B y Beefeater, si los pedías de importación).

Si ya de por sí la vida es complicada, no nos la compliquemos más.
A qué no os imaginais a James Bond diciendo «Me pone Tanqueray con Cinzano seco, y me lo shaken, not stirred»?
Pues eso…

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

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