MAGNÍFICAS HAN DE SER LAS COSAS

MAGNÍFICAS HAN DE SER LAS COSAS

MAGNÍFICAS HAN DE SER LAS COSAS

Caray, ya no hay
estilo ni personalidad,
pues muy bien, os diré,
ser distinguido es una gran cualidad.

Así empieza «Caray», primer corte de la cara B de «Cuatro Rosas» de Gabinete Caligari.
Y qué mejor manera de empezar un post que con estas letras, porque quiero traer al frente algo sobre lo que mi buen amigo –y genio– Magnifico Margarito, me ha pedido que reflexione, en base a unos apuntes que me ha regalado en forma de conversación entre colegas: la mediocridad.

Y el problema, es que esa mediocridad es la que domina el mundo.

Parece que empezando así, me autoexcluyo de dicha mediocridad, otorgándome una meritocracia que me elevaría a la parte alta del escalafón. Y tampoco es mi intención dar esa impresión, porque no seré yo quien me valore.
Aunque eso sí, tampoco voy a permitir que simplemente se tenga en cuenta la impresión de los demás, porque ya sabéis como va esto, ¿verdad?.

¿Cuántas veces hemos dicho «Voy a hacer –o dejar de hacer– esto, no sea que digan que…»?
Bien está que pensemos en los demás por un posible bien común. Pero por favor os pido que no dejéis nunca de ser vosotros mismos.
Esa personalidad propia será la que nos encumbre –o nos hunda–.

Y tenedlo claro, será la nuestra. Y será la que tendremos que defender y de la que sentirnos orgullosos (¡Cuidado! Cuando se desarrolle de forma correcta, que ya sabemos que la libertad de uno acaba donde comienza la de otro, y no todo fin justifica el medio).

Lo malo es cuando esa mediocridad sea quien valore nuestro trabajo, nos coloque como cabeza de cartel, nos haga ser la estrella que merecemos ser o simplemente, que no es poco, pague nuestra nómina.
¿Debemos vendernos para contentar y alimentar el espíritu del mediocre?

Nosotros creamos para genios, y estamos seguros que el resto nunca comprenderá la amplitud ni calidad de nuestro trabajo. Así que tenemos que conseguir que In-A-Gadda-Da-Vida, que sólo tiene significado para nosotros mismos, consiga ser parte de sus simples mentes.
Tenemos que conseguir que nos comprendan sin comprendernos. Que nos valoren sin que ni siquiera sepan si valemos o no realmente. Tenemos que conseguir que nos hagan ser parte de ellos,  por la sencilla razón de que tiene que ser así. Tenemos que ser un axioma.

Por supuesto nosotros nunca somos los mediocres. Siempre lo es el resto, así que la pregunta es:
¿Si todos somos superiores, quién es el mediocre de quien hablamos?

Mientras esa pregunta suena en nuestra cabeza buscando la respuesta correcta, cogemos nuestro vaso de bourbon y lo apuramos de un sorbo.
Serán Cuatro Rosas las que encontremos en él.
«Dos son por reír. Dos por sonreír», que cantaba Jaime Urrutia, por supuesto, «para ti».

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

P.D.: gracias Magnífico Margarito, por ser la génesis de esto.

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