MISA DE 9 EN SAN BENITO
Mentiría si dijese que me he puesto a escribir sólo por lo que me ha gustado la frase «Misa de 9 en San Benito» sonando en mi mente.
Podría ser el título de una canción de Los Secretos. Una de esas que habla de una chica y un chico. Ella, guapa. Él, triste.
En Valladolid decían que era la misa a la que iban los niños bien.
No sé si seré un niño bien, pero es a la que iba. Además, a la que iba con mis padres.
Como muy tarde, a menos veinte en la calle Santiago para no llegar con la la lengua fuera y poder coger sitio.
Siempre en la parte de la derecha. Y de entre las filas del medio, la que tuviese el reclinatorio más separado, para poder sentarnos lo más cómodos posible –dentro de la comodidad que pueden dispensar unos bancos de madera maciza llenos de aristas–.
Si íbamos en sábado, se podía dar la posibilidad de encontrarme con mis tíos y mis primos. Lo que me podía llevar a acabar durmiendo en su casa. Lo cual era, ahora que lo pienso, una de las cosa que más me podían gustar cuando era pequeño. Al fin y al cabo, los primos son los primeros amigos.
Con el tiempo, y a causa de la vergüenza adolescente, empecé a ir solo porque allí me encontraba con mis amigos. Con mis amigos, y las amigas de mis amigos. Las cuales no podían pensar que no era lo suficientemente mayor como para poder ir sin que me acompañasen papá y mamá.
A la salida, inocentes tonteos. Era como estar en la Plaza Zorrilla, pero con la impresión de estar estableciendo relaciones pontificadas y sacramentadas. Y después, primeras Coca-Colas con patatas fritas, en el Drotos o el Burger Cheeps.
Los años iban pasando, y fueron llegando otras maneras de ir. Acompañado, en grupo, en pareja, por celebración, por duelo… Incluso, como el ser humano yerra, lo cual le convierte en más humano por hacerlo, llegaron unos años en que ni se iba.
Durante esa época, recuerdo que de las pocas veces que iba, fue durante mi estancia en Burgos. Ir significaba que estaba en casa, y eso me hacía sentirme más unido a los míos.
Como todo en la vida son etapas, los malos hábitos, igual que se cogen, con un poco de esfuerzo se pierden. Y volví a mis quehaceres semanales como católico.
Y empecé a ver aquella rutina como lo que es, un momento de reflexión. Unas veces más sesuda, otras más distraída. Pero reflexión al fin y al cabo.
Un momento para encontrarse con uno mismo. Para expiar tus males, y dar las gracias por tus bienes. Para pedir, con la mayor de las humildades, por el prójimo, y un poco por uno mismo.
Es como ir al psicólogo pero sin necesidad de prescripción médica ni cita.
Y así hasta el día de hoy, en que, tras un periodo forzoso de abstinencia, ha vuelto la normalidad (a pesar de que sigue siendo raro no darse la paz).
Quién sabe si en esta normalidad «Misa de 9 en San Benito» se acabe convirtiendo en canción. Ya sea de Los Secretos o de quien tenga a bien componerla.
Besos para ellas y una abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
Comments (8)
Qué chulo, Paty! Gracias 😊
Gracias a ti por leerlo, y molestarte en escribir este comentario, Raquelina!!
😘
Gracias Paty, hacía mucho que no leía una cosa tan bonita y que te recuerde tanto los tiempos pasados…..
Ojalá todos los jóvenes piensen como tú…
Soy tu tía Cristina y te felicito!!!!!!
Un besazo!!!!
Muchas gracias, tía Cristi!!!
Sobre todo por llamarme joven, que es algo que cada vez me llaman menos…
Un beso!!
Tal cual Paty!!!, sólo te ha faltado mencionar el chocolate con churros de la churrería Poniente, para aquellos dias de frío invernizo vallisoletano.
Un abrazo!!!
Y dado el clima de Valladolid, también para los fríos días veraniegos!!!
Un abrazo, Nacho!!
Tenía guardado tu post pendiente de leerlo, porque el fin de semana fue potente y no estaba yo para leer nada… Pero más vale tarde que nunca, no?
Yo era de las de ‘Misa de 12 en Oleiros’ y aperitivo después en El Refugio. Cuando empecé a crecer, iba (más bien, me llevaban mis padres) con la cara un poco descolocada a causa de mis ‘juergas’ de la tarde-noche anterior.
Y ahora, en Madrid, me toca Misa de 8 en Ayala, pero reconozco que lo tengo bastante abandonado, porque después de algunos sucesos ‘convulsos’ (por no poner una palabra malsonante en este blog tan elegante) que me ha mandado la vida durante estos últimos 12 meses, estoy en una etapa un poco ‘enfadada’… A ver si la Navidad me vuelve a traer ese espíritu!
Buenísimo post, me encanta el título para la canción!
Siempre vale. Tarde, temprano, o incluso nunca. Y más si la espera ha sido parte del proceso cumpleañeros del finde.
Las etapas de enfado en la vida, son normales. Como habrás leído, yo mismo las he padecido (por hechos casi iguales a los tuyos, pero a los 24). Somos humanos, y comentemos errores, o más bien, «dejadeces».
Así que tranquila, que no se nos tendrá muy en cuenta. Pecadillos veniales, ¿no?.
La canción, igual hay que componerla. Ojo.
Muchas gracias, Palo!!