¡QUÉ DEMONIOS!

¡QUÉ DEMONIOS!

¡QUÉ DEMONIOS!

Os voy a contar una historia.

Anoche, después de trabajar, me apetecía tomar algo, pero no encontré con quién. Así que me fui a casa, no sin cierta pesadumbre.
Fue entrar por la puerta, y pensé:
¡Qué demonios! Si me quiero tomar algo, me voy a tomar algo, con o sin compañía.
Así que volví a abrir la puerta, y me fui.

Y a pesar que el plan no era precisamente el más atrayente, como la noche se porta muy bien con quién se porta bien con ella, y nadie hay quien la quiera más que yo, salió todo fetén. Hasta encontré con quién cantar a dos voces!! (y ademas, de forma literal).

¿Por que nos cuenta este tipo esto?, os estaréis preguntando.
Pues no lo tengo muy claro, la verdad. Simplemente tenía la necesidad de resaltar que la vida es ya demasiado complicada de por sí, como para no hacer las cosas sencillas que tenemos en nuestra mano realizar, y que nos apetecen.
Vale que con esto tampoco es que me haya convertido en un tipo audaz, aventurero y emprendedor –simplemente me fui a tomar una cerveza a las 5:30 de la mañana–, pero lo que tengo claro es que esta mañana me he levantado, además de tarde, satisfecho conmigo mismo.

Porque estas pequeñas cosas igual no son las que dan sentido a la vida, pero si las que la complementan perfectamente. Son los pequeños detalles los que pueden hacer que las situaciones pasen de ser normales simplemente, a ser extraordinarias.
Bien está vivir bajo ciertas normas y rutinas, que a veces nos hacen la vida más sencilla, pero es horrible vivir encorsetado. No se puede estar siempre «a régimen».

Gil Pender conoció a Adriana caminando a medianoche por París (amén de a Hemingway, Fitzgerald, Dalí o Porter) sin motivo aparente. Bueno, pues yo di mi particular paseo a medianoche por un motivo menos aparente aún, y aunque no conocí a Adriana ni bebí absenta con los grandes genios del siglo XX, la noche alberga a otras Adrianas y a otros genios (y qué genios!!) que me brindaron una noche de esas en la que te congratulas con el mundo y en la que por lo menos dejas la partida en empate.

Así que en el día más brillante, en la noche más oscura… Haz lo que te apetezca, sin molestar al prójimo, y nunca te quedes con las ganas. Eso no es bueno.

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

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