SOY UN SEÑOR MAYOR ENFADADO

SOY UN SEÑOR MAYOR ENFADADO

SOY UN SEÑOR MAYOR ENFADADO

Son las 17:50 de un domingo cualquiera, y los retrasos se acumulan en Chamartín.
No son muy severos, pero la gente se impacienta. En el mundo de la inmediatez, los 15 minutos de cortesía ya no se permiten (tampoco la cortesía, por supuesto).

No hay mas que ver el comportamiento de las personas en una estación, un aeropuerto, o cualquier lugar en el que se pueden reunir una cantidad de gente superior a la media, para entender que no se le puede pedir más a la sociedad.
Por más que me intentéis convencer de lo contrario, estamos abocados a extinguirnos. Y no como los dinosaurios, que fueron exterminados por los efectos de un meteorito imparable e imprevisible. Nos vamos a extinguir por nosotros mismos.

Nos han pedido que formemos dos filas para poder embarcar con más orden, y por lo tanto, mayor celeridad.
Pero da igual, siempre están los listos que se quieren colar. Lo que provoca un efecto dominó para que nadie cumpla con esa simple orden.
Se ha perdido el poco respeto que nos teníamos los unos por los otros. El individualismo ha pasado a ser puro egoísmo.
Estamos tan sumamente alejados de los comportamientos cívicos, que estamos empezando a dejar de ser seres racionales. No somos capaces de considerar al prójimo antes que a nosotros mismos. Ni siquiera de considerarlo al mismo nivel. «Yo voy a lo mío, y que se joda el de al lado» como máxima de vida.

Esto es así, en gran parte, porque ejemplos de que eso funciona, no nos faltan. Simplemente hay que ver un telediario o abrir un periódico para aseverar que es cierto.
Los que nos gobiernan son el mejor ejemplo de ello, entre otros muchos.

 

Hablando de ver un telediario… O leer un periódico, o escuchar la radio. Informarse debería ser una de las obligaciones de cualquier ciudadano que convive con otros de su especie. Hay que estar al tanto, aunque sea someramente, de la actualidad que te rodea. Tendría que ser un requisito fundamental para poder ejercer adecuadamente eso que, cuando se pronuncia, se le llena a uno la boca: «Democracia».

Además, no tiene nada de aburrido, por mucho que se piense que sí. Leer el periódico –sin prisa– es uno de los mayores placeres que puede haber. Y es algo que está completamente en desuso.
Los medios deberían estudiar el por qué. Pero quizá haber regalado su contenido durante tanto tiempo, a pesar de que ahora se quiera desandar el camino hecho, tenga algo que ver.

Pero, es mejor ver La Isla de las tentaciones (por poner un ejemplo los muchos programas basuras que hay) «para desconectar», ¿verdad?
Igual por desconectar tanto estamos como estamos. Igual por no tener el más mínimo interés en saber qué pasa en el mundo –el de verdad– suceden las cosas que suceden.
Luego no nos quejemos de que ejercen sobre nosotros una superioridad moral que no nos atrevemos a refutar. El conocimiento abre muchas puertas, y cierra muchas bocas.

Aunque a pesar que no nos informamos, opinar nos gusta más que un buñuelo en Todos Los Santos.
En la época de mayor incultura de gran parte de la sociedad, justamente ahora, nos ha entrado a todos la imperiosa necesidad –casi en forma de derecho– de dar siempre nuestra opinión sobre las más diversas materias.
Y además públicamente, sin miedo a ser escarnio público ni a ser dilapidados por los miembros de la Real Academia Española, desde sus sillones con letras mayúsculas y minúsculas.

Hace no tantos años, nuestras disertaciones, ya fuesen acertadas o erróneas, no pasaban de un círculo más o menos cercano. Como mucho, se extendían a la pequeña parroquia con la que uno bebía un corto, a media mañana de un miércoles, en esos sacrosantos lugares llamados bares.

Pero ahora no. Ahora no nos vale con tener un voto que malgastar. También queremos voz para discernir; la mayor parte de las veces, de manera incorrecta y/o errónea.
Diferencio ambas cosas porque no son lo mismo, dado que uno puede estar equivocado, y aún así expresar su opinión de la manera, y en el momento, correcto.

Y casi prefiero que sólo quieran la voz. Porque como reclamen la palabra escrita, todavía hay que aguantar las siderales patadas que le meten algunos a un diccionario.
Se empieza aceptando «toballa» y «asín», y se acaba pensando que un tertuliano medio, de programas del corazón, es un hombre ilustrado.
La ignorancia es muy atrevida, está claro.

«Eres un señor mayor enfadado», me dicen siempre Alfonso y Jose.
Lo seré. Y por tanto, ejerzo mi derecho a gritarle al cielo, y a desfogarme aquí, en éste mi propio medio de difusión.

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y los sabéis.

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