VUELVO A CASA

VUELVO A CASA

Llevaba yo unos días con la mosca detrás de la oreja porque mi idolatrado David Gistau no publicaba nada nuevo en ABC.
Y como cuando el diablo se aburre con el rabo mata moscas, me puse a investigar y descubrí que había dejado ABC para volver a El Mundo.
Como él mismo ha dicho, «Vuelvo a casa«.

Porque muchas veces la casa de uno no es sólo donde se habita, sino donde se está cómodo, reconfortado, arropado por la gente que le rodea. Puede ser el lugar de trabajo, como en el caso del Señor Gistau. Pero también la casa de esos amigos a la que siempre te apetece ir. El bar donde uno va a tomarse el vermú –o el café o el whisky con hielo–.
Y justamente esto me pasa a mí cuando voy a Molly Malone.

En los últimos años no he ido con la misma asiduidad de antaño, no he estado en todos los momentos en los que antes siempre estaba, e incluso he faltado a alguno que otro aniversario –aunque  teniendo en cuenta que lleva funcionando 20 años, y que la primera vez que yo puse mis habilidades a su servicio fue hace unos 17 años, tampoco pasa nada por faltar a alguno–, pero siempre que por allí he aparecido he sentido cariño y ese sentimiento de «hogar«. Siempre me tratan como a uno más de la familia (cuando me presentan a alguien de la plantilla que no conozco, tras mi nombre, siempre va la coletilla «es de la casa«). Y cosas así son las que hacen a uno sentirse apreciado.

No todo ha sido siempre un camino de rosas. Pero como en las mejores familias, los tira y afloja son una parte más de las relaciones humanas. Y cuando los ha habido –que los ha habido– siempre se ha llegado a buen puerto y entendimiento. Ya se sabe, además, que lo mejor de una discusión es la reconciliación que le sigue.

Este fin de semana pasado, de nuevo, he puesto mis manos y mis pies, mis ganas y mi sentimiento, a sus ordenes. He dado lo mejor que tengo para conseguir que el bar funcione a pleno rendimiento en un horario para mí –hasta ahora, y fuera de épocas feriales– desconocido. Pero que tantas ganas tenía de probar, como es el de tarde. Una tarde para gente con una adolescencia tardía, se podría decir.

Y de nuevo me han arropado, me han atendido con cariño y me han cuidado. Igual ya porque me ven cascado y temen que me dé una pájara.
Como bien escribí una vez, «No soy David Gistau,«, pero esta vez, como él, «vuelvo a casa».

 

Besos para ellas y un beso para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

 

P.D.: he tenido el enorme honor de escribir el texto incluido en la invitación del 20 Aniversario que celebran este año. Esta consideración hacía mí y mis palabras en este evento tan señalado es un precioso gesto que nunca olvidaré. Gracias!!

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