AY AY AY AY!! AY AY MI AMOR!!

¡¡PATY VARELA DE MI CORAZÓN!!

Esto de que me canten en las bodas, se está convirtiendo en tradición, y me gusta mucho.
Al final me lo voy a creer y no va a haber quién me aguante. Primer aviso…

Sábado, 9 de julio.
Toral de los Guzmanes, provincia de León.

Tras una preciosa ceremonia religiosa en la iglesia de la localidad, que tuvo lo mejor de Castilla y de Andalucía, Finca La Mimbrera lucía sus mejores galas para recibir, ya como esposa, a la pequeña de la dinastía Pérez Martín.
Belén, Belenchuti, Chuti. O, para mí, Chutina.

Guapaza. Más sonriente aún que de costumbre. Haciendo sombra al propio sol que lucía en todo lo alto. Feliz de presentarse en su querida casa familiar presumiendo de su nuevo estado civil.
Esa casa que la vio crecer, que le dio muchos de los mejores recuerdos que tiene, y que ahora iba a acoger la celebración del día más importante de su vida.

Y allí la esperábamos –a ella con su ya marido, Pablo– su familia, y todos sus amigos. Entre los que tengo el enorme placer de encontrarme.
¡Y qué familia! ¡Y qué amigos!

Soy una persona especialmente feliz en general. Rara es la vez que se me tuerce el morro. Pero cuando se me arropa, elevo a la enésima potencia esa sensación de júbilo.
Don Luis, doña Guti, Irene, Luis, Henar, ¿qué he hecho yo para que me cuidéis tan bien?
Por supuesto, no me olvido de Pablo, Mamen e Iván. Que me cuidaron igual de bien, en un ejemplo de perfectos anfitriones.
Gracias a todos.

Y qué decir de esa panda de amigas que, años y años, hicieron que verlas aparecer me alegrasen el día. Su presencia era señal inequívoca de que aquello iba a ser divertido. Días y noches de risas nos acompañaron siempre.
Tanto, de hecho, que son de las pocas personas que me hacen bailar, cosa en mí nada habitual. Ayer hasta me atreví con una ¿Bachata? ¿Merengue? Teresita, ya me dirás lo que era.
Aunque dada mi proverbial torpeza, como mucho bailé «claras de huevo a punto de nieve».

Qué buenos recuerdos me vinieron al ver a todas ellas juntas de nuevo. Cosa que es cierto que hacía muchísimo que no ocurría.
Me encantó comprobar que las cosas siguen casi casi igual que siempre. Ellas igual de guapas, y yo más viejo –que es lo que provoca el «casi casi» de la anterior frase–.

Chuti y ellas. Ellas y Chuti. Son lo mismo. La unidad. El todo. El epicentro de un universo sobre el que hacen girar sus propios planetas.
Y si encima me prepararon la sorpresa que da título a este post, no puedo más que hacerles una reverencia y postrarme a sus pies una vez más.
Esa Canción del Mariachi, en su versión alternativa con mi nombre en ella que tanto me gusta, cantada a coro, hizo que lagrimas enjugaran mis mejillas. En una situación que gracias a Dios se está repitiendo a menudo últimamente.
Y además por motivos de felicidad, que de pena ya hemos llorado bastante…

Anisiñas, Paola, Merce, Teresita, Bea, Elisa. Que el señor os de tanta salud como alegría generáis. Y que esto siga así muchos años más.
Mate, no me olvido de ti, que para eso eres el rey de la pista, cual Ángel Cristo. Ni de Gabriela y Jaime, nuevos compañeros de andanzas nocturnas y diurnas.
Gracias a vosotros también. El día fue perfecto, y en gran parte fuisteis los culpables.

Como podrán comprobar ustedes, soy una persona muy afortunada. Muchísimo.
Estoy rodeado de una familia y unos amigos que me quieren mucho. Pero un secreto les voy a decir: Yo a ellos, más.

Besos para ellas y una abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

P.D.: Chutina, Pablo, sed muy felices y disfrutad de la vida como sabéis. Ya sea en La Mimbrera, en Madrid, en vuestro querido Jérez, o donde os de la gana. Faltaría más… Hombre, hombre!!