CUARENTA Y DOS
Y con cuarenta y dos no me refiero al número atómico del molibdeno, ni al apartamento en el que vivía Fox Mulder, ni tan siquiera al código ASCII correspondiente al asterisco, sino a los años que cumplo hoy, y que ya empiezan a ser una cantidad considerable.
Pero oigan ustedes, encantado de poderlos cumplir con ilusión y alegría, rodeado de los míos.
Encantado por ver –tras hacer un balance de mi vida y a pesar de los bastantes reveses y revolcones que me ha dado– que me sonríe.
Y lo hace, entre otras cosas, porque me sigo ilusionando con los nuevos grandes proyectos que me van surgiendo (Clubture, ahora eres tú el que me da la vida cada mañana). Pero también me sigo ilusionando con los pequeños, que pueden ir desde probar una nueva controladora, comprar un disco de un grupo que me guste, o pensar en el té que me voy a tomar en un rato.
Aunque esto no significa que sea un hombre sin ambiciones –que las tengo, y que además considero que es necesario tenerlas para vivir en plenitud–, sino que sé extraer el meollo a cada cosa, independientemente de su grandeza o importancia.
Encantado porque me sigo divirtiendo con mis amigos cuando estoy con ellos, y me siento cada vez más apreciado, y valorado. Lo que produce una gran satisfacción personal, tanto en lo laboral como en lo personal.
Porque decidme si no hay sensación más placentera que sentirte querido por quienes están a tu lado y comparten tu día a día. Esto significa que algo, por lo menos, estás haciendo bien.
Encantado, porque poco a poco creo que voy aprendiendo a dar importancia a las cosas que realmente la tienen. Y a prescindir (sí, sí, prescindir) de las superfluas que están ahí sin sumar. He aprendido a escuchar a quienes tienen cosas que decirme cuando hay que decírmelas, y a desoír a los que sólo hablan por su propio interés camuflando sus palabras en apoyo y consejos.
Lo estoy porque he descubierto el Sonorama; a Sidonie en profundidad (que me enseñaron que si tengo Un día de mierda, toda la culpa será mía); a Murakami o la mecánica de las bicicletas.
Encantado con La La Land y con que por fin haya hecho las paces con Ryan Gosling (Ryan, hi bro). Con seguir poniendo música cada fin de semana en Caruso, y seguir disfrutando de ello con vosotros. Con el nuevo disco de Vega, de Sidecars y de Leiva.
Por el Black Label con hielo y su botellita de agua al lado. Por La Pérgola en verano. Las impresoras wifi y las sillas DXRacer…
Y por supuesto, encantado de poder seguir escribiendo estas cosas, que os sigan gustando, y que me lo hagáis saber.
Sois la leche!!!!
Besos para ellas y una abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
P.D.: según escribo esto, está sonando de fondo Wonderful Word de Sam Cooke. Y aunque el señor Cooke centraba toda la maravilla alrededor del amor de una mujer, yo os digo que el mundo también puede ser maravilloso por cosas pequeñas como éstas que os acabo de contar.
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