DOMINGO DE RESURRECCIÓN
Feliz Domingo de Resurrección a todos (aunque ya sea lunes).
Y es que nunca es tarde para felicitar el día más grande de la religión católica, de la que soy practicante.
Más aún después de una Semana Santa en la que he apreciado la creciente aceptación por parte de los más jóvenes de los preceptos, liturgias y tradiciones que implica celebrar la Pasión y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Parece que llega savia nueva, tan necesaria.
Porque sí, tanto de cofrade de Nuestra Señora de Las Angustias como de pueblo fiel, he podido observar una mayor participación activa de jóvenes.
¿Los motivos? Los que sean, me dan igual. Simplemente hay que disfrutar del hecho, en unos tiempos en los que, no nos engañemos, la adaptación de nuestras vidas a ciertas reglas que no siempre son cómodas no es fácil. Por lo tanto el hecho significa que hay una mayor implicación y sacrificio por parte de una sociedad cada vez más entregada al individualismo y al egoísmo.
Ha sido una alegría para el espíritu haber vivido la Semana Santa rodeado de jóvenes, cuando uno ya empieza a dejar de serlo. Ver que hay relevo, y que además pinta bien, es muy satisfactorio. Con gente, además, permanentemente dispuesta a ayudar, a colaborar, a sufrir y a celebrar.
¿Que es probable que parte de esta gente padezca una pequeña crisis de fe? Casi seguro.
¿Que muchos se quedarán por el camino y dejarán de lado esta vivencia? Es más que probable.
Pero también lo es el hecho de que una parte nunca se irá, y que otra, una vez superada esa crisis, volverá. Porque al fin y al cabo a todos nos gusta vivir el día a día de manera natural, siendo así parte de una comunidad más grande en al que nos sentimos arropados. Creando así nuestra propia vida.
Y es que los hechos del hoy serán los recuerdos del mañana. Y hay que intentar hacerlos buenos. Superar ese «¡Qué pereza!» quizá conlleve la consecución de un hecho reseñable. El cual tal vez no te cambie la vida –o sí. ¿Quién sabe?– pero será la simiente de una sensación agradable de recordar con el paso de los años.
Como bien nos explicó mi amigo Diego –nuestro estandarte vallisoletano en Bruselas– una vez acabada la Procesión de los Dolores ya en sábado santo, «Esto que estamos viviendo es el ‘kairós’, que es como los griegos median el tiempo que importaba, marcado por hechos reseñables. Diferenciándolo así del ‘kronos’, que es el paso del tiempo sin más. El que se mide con las agujas del reloj».
Así, de esta manera, hacemos nuestro propio kairós. O, probablemente, colaborando de manera positiva en el de los demás.
Nunca sabe uno lo que pueden nuestras decisiones afectar en la vida del prójimo. Así que como precaución y muestra de afecto hacía los demás, intentemos que nuestros actos sean justos, como mínimo. No pido la elevación del hecho a un estado de sublimación. Con que sea un acto cabal y sensato, me vale.
Por lo tanto, y me repito de nuevo, Feliz Pascua de Resurrección a todos.
A los que han compartido estos días a mi lado y los que no.
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y los sabéis.
P.D.: este Lunes de Pascua nos ha traído la triste noticia del fallecimiento del Santo Padre, principal figura de los católicos. Descanse en paz.
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