EL ABISINIO

EL ABISINIO

EL ABISINIO

El 20 de mayo de 1984, por si no lo sabían, tomé mi primera comunión.
Recuerdo que me regalaron la nave de Darth Vader, un reloj Casio –sin melodías– y sobre todo una cosa que me hizo muchísima ilusión: las llaves de casa.
Eso significaba que podría volver solo del Sanjo, dado que me permitiría abrir la puerta en caso de que no hubiese nadie. Era una gran responsabilidad para un niño de 8 años, ante la cual respondí con nota dado que nunca las perdí.

Hasta ese día volvía con mi hermano, al mediodía.
Y por las tardes, «a las 6 en el árbol» siempre estaba mi padre esperándome, puntual, para recogerme.

El camino de vuelta, a día de hoy más o menos corto, en aquel momento me parecía poco más o menos que una expedición de Amundsen. Por la distancia y por las cosas que iba descubriendo cada día, dependiendo de si elegíamos un camino u otro.
No soy padre, pero entiendo que eso lo hacía el mío como parte de mi futuro aprendizaje para cuando volase sólo, y como una manera de entretener a un piojo de tres cuartos de altura durante la media hora que tardábamos en hacer el recorrido.

Y una vez por semana, esa vuelta conllevaba una misión. Buscar el mejor abisinio de la ciudad.

Como creo que el abisinio es un producto autóctono, para quienes no lo conozcan, les diré que es una bomba calórica de bollo de masa frita, relleno de crema pastelera, y recubierto de azúcar espolvoreado, por si no era suficiente con lo otro.
A día de hoy seguro que tiene restricciones sanitarias al no incorporar en su receta ni semillas de chía, ni aguacate, ni la masa estar hecha con huevos de gallinas criadas en suelo, pero en aquellos años se podía comer sin problema. Los niños nos pasábamos el día corriendo y jugando al aire libre, el único patinete que se usaba era el Sancheski naranja, y practicábamos todos los deportes que nos dejaban, por muy mal que se nos diesen. Nada se acumulaba en nuestra zona abdominal ni obstruía nuestra arterias.

Seguimos.

Como decía, una vez a la semana buscábamos diferentes pastelerías para conformar nuestro ranking particular. Comprábamos un par de ellos y nos los solíamos comer por el camino (sin hacerles fotos antes), e íbamos tan contentos. Era nuestro momento de gloria.
Algunas veces, si esa pastelería ya la habíamos catado y nos había gustado, comprábamos más y llegaban a casa en su bandeja para darnos un festín familiar. ¡Qué cosas!
Se convirtió en uno de los grandes clásicos dentro de las historias de la familia, y no merecía menos. Nuestro esfuerzo y tiempo nos costaba, dado que no todos estaban buenos, y a veces había que hacer de tripas corazón.

Con el tiempo, como ya os contaba al principio, empecé a volver solo a casa. Y esas rutas gastronómicas fueron desapareciendo. Aunque sí es cierto que en más de una ocasión se repitieron, ya fuese como homenaje o simplemente por gusto.

Y por supuesto, siempre comenzaban «a las 6 en el arbol».
Quién pudiese hacerlas de nuevo, y no precisamente por comerme un abisinio…

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

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Comments (4)

  • Eva Reply

    Qué bonito recuerdo Paty! <3 y qué bien contando! Me ha puesto un poco la lagrimilla… 🥲

    Por cierto…
    Qué suerte la nave de starwars! A mi me tocaron “solo” “cosas de chicas”, que también me gustaban, pero la nave no me habría importado. Aunque no la pedí, porque seguro que me hubiese caído

    Los abisinios los hay en Alemania… se llaman Berlinas. Pero ya te digo yo que no son, NI DE LEJOS, tan ricos (ni grasosos) como los de Valladolid.

    Y por último, incorporo a mis NECESIDADES culinarias los abisinios. En cuanto llegue la semana que
    Viene a Pucela, me zampo uno… y las croquetas de turno 😅

    Besosssss!!!

    23/02/2024 at 1:49 pm
    • Paty Varela Reply

      Si escribo sobre el apio no te voy a generar esa misma necesidad, ¿verdad?
      Anda que no eres lista ni nada.
      La semana próxima nos vemos, entonces.
      Gracias, Evita!!

      23/02/2024 at 3:41 pm
  • Marilo Garrido Martin Reply

    Me encanta lo que escribes y como lo escribes

    23/02/2024 at 5:24 pm
    • Paty Varela Reply

      ¡Muchísimas gracias, Mariló!
      La familia Garrido Martín siempre apoyándome. ¡Sois geniales!

      23/02/2024 at 6:35 pm

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