ENTRE “A MEDIA LUZ” Y “A OSCURAS”
No sé cómo lo hago, pero la mayoría de las veces acabo escribiendo de madrugada.
Sí, me siento delante del ordenador por la tarde. Me preparo un té, y tal vez un triste sandwich de pan integral con pavo, que es lo único que me permite comer el colesterol. Esbozo cuatro ideas, que acaban en nada, y apago el ordenador.
Durante la noche, mientras la tele pone música de fondo al silencio, vuelvo a trastear. Pero tampoco. Otros tres o cuatro borratajos que no valen para nada.
Aunque es justo ahí es cuando empieza lo bueno.
Porque en el impasse que va de pensar que tengo una buena idea hasta que descubro que no ha sido más que una ilusión, algo le ha susurrado a mi mente un secreto que ésta está dispuesto a contarme, para que yo lo desgrane y lo haga público.
Por lo general son sentimientos escondidos en forma de recuerdos que quieren salir de su anonimato. Se han cansado ya de que sea yo su único dueño, y pretenden ser un bien común para aquellos que los quieran.
Intento entenderlos y descifrarlos. Unas veces con más éxito que otras, porque no siempre es fácil plasmar con palabras la emoción sentida, el dolor sufrido o el amor vivido.
Al amparo de la oscuridad pierden la timidez y van apareciendo.
A veces poco a poco, a causa de mi debilidad conceptual. Pero otras –las menos– en forma de brava corriente con ganas de llegar al mar.
Y son estas últimas las que más disfruto. Las que me hacen sentir, aunque sea sólo por unos milisegundos, que soy un creador. Y que de mis dedos salen algo más que historias vividas, repletas de lugares comunes que a todos gustan.
Pero esto dura poco, para mi desgracia. Y cuando el fin llega, vuelvo a tener que pensar concienzudamente qué palabras enlazar para poder completar frases que tengan, por lo menos, sentido.
Me vuelvo un bregador de la prosa fácil. Dándome cuenta, así, que sin esfuerzo no suele haber recompensa. Dándome cuenta que los hados tocan a muy pocos afortunados. Y que los míos viven casi en completa clausura, por lo que la posibilidad de visita es prácticamente nula.
Son cosas de la vida.
De la vida, y de la inspiración y la disposición de cada uno a saber leer bien los tiempos.
Yo los intento leer de noche y a oscuras. De ahí que quizá mis posibilidades de éxito se reduzcan bastante.
Pero la pena que me produce darme cuenta que voy olvidando cada vez más recuerdos, hace que me esfuerce.
No quiero que nada se pierda porque a mí me haya dado pereza transcribir ese algo que, soto vocce, le ha murmurado a mi mente.
Así que aquí estoy, de madrugada, pidiendo cita a los hados.
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
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