ESCUCHA. ES IMPORTANTE
Yo vivía en una casa que tenía un ascensor acristalado, que subía tan lento que poseía un asiento para descansar durante el ascenso –o descenso–.
Eso quizá hizo que me acostumbrase a fijarme en las cosas que sucedían en la escalera en vez de perder el tiempo con conservaciones insulsas.
Otra cosa hubiese sido haber tenido de vecino a Jep Gambardella. Que también vivía en una casa con asiento en el ascensor, y era capaz de preguntarte si tu traje está hecho en la sartoria Catellani, por ejemplo. Pero no fue así.
Escucho más que hablo –aunque hay veces que las circunstancias me hacen tomar la posición opuesta–, puesto que creo que es más importante seguir aprendiendo que pasarse el día enseñando.
Por lo tanto, cuando la gente habla, escucho y me fijo. Me fijo y escucho. Porque las palabras tienen varios gestos que las acompañan, y que definen el verdadero significado de las mismas.
De una conversación se puede sacar varias cosas en claro; aprendizaje sobre el tema del que se está hablando. Y aprendizaje sobre la persona con la que se está hablando.
En una conversación se puede detectar quién podría llegar a ser tu amigo. Quién confirma que es tu amigo. Quién nunca pasará de ser un conocido. Y, casi igual de importante o más, con quién no merece la pena perder un segundo de tu tiempo.
Porque al igual que unas palabras bien elegidas pueden servir de mucho en determinadas ocasiones, que una persona sepa elegir las palabras para usarlas de manera correcta, dice mucho de él.
Y no me refiero al uso de la retórica de manera extensa con significado vacuo. Sino a saber utilizar, de forma racionada si fuese el caso, la frase adecuada, el comentario justo, o la palabra precisa.
Hay para mí un fuerte magnetismo en las palabras. Ya sea en las que fluyen de manera casi casual durante un café tomado durante una tarde de invierno en cualquier cafetería, como en las que se esgrimen en sesudas conversaciones de sanedrín.
Me atrae sobremanera una buena conversación. Ya sea en grupo (siempre que éste no sea muy numeroso), como en un cara a cara premeditado o producto de un encuentro casual de madrugada.
Además, en los actuales tiempos tecnológicos en los que vivimos, esta costumbre de charlar, al estarse perdiendo, me estimula más aún.
Creo que sería una de las cosas que habría que salvaguardar y perpetuar en el tiempo si no queremos perder la satisfacción de descubrir el alma humana de las personas a través del intercambio de palabras en distancia corta.
Escuchemos. Estemos atentos para aprender. Y si la situación lo permite, aportemos nuestro punto de vista, siempre para enriquecer y aportar valor a la conversación.
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
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