ESTO VA ASÍ

ESTO VA ASÍ

ESTO VA ASÍ

Esto va así.
Entro en Instagram, y escucho True Blue en una storie.
Automáticamente me entran ganas irrefrenables de ver el vídeo de la canción, por lo que entro en YouTube.
Se acaba y saltan, consecutivamente, Papa don’t preach y Live to tell.
Con el primero recuerdo lo que me gustaba Madonna por aquella época. Y pienso en que las cejas tupidas no son patrimonio de Lilly Collins.
Con el segundo, como era banda sonora de una película de la que no recuerdo el nombre, se ven imágenes de unos jovencísimos Sean Penn y Mary Stuart Masterson.
Me entra una saudade terrorífica, y me apetece escribir, aunque todavía no tengo muy claro sobre qué.

Resultado.
Ahora mismo estoy sentado delante del ordenador, con una playlist de vídeos de lo mejor de los ’80 de fondo. Y tras el famosísimo Take on me de A-HA, ahora estoy viendo I wanna dance with somebody de Whitney Houston, y me doy cuenta de la pena que me dio –y me da– pensar en lo mal que acabó la pobre por culpa de las malas compañías.

Con tanto vídeo antiguo me están entrando ganas de abrirme una Pepsi, y poner BreakDance 2: Electric Bogaloo en el Betamax (película que vi en el cine en su día. ¿Alguien me lo iguala?)
Sin embargo me como un chupa-chups de sandia que me ha regalado mi madre. Es del tamaño de una aceituna gordal, de esas que tienen un pepinillo dentro. ¡Jesús!

Creo que la última vez que comí uno, todavía se llamaban Kojak, y por dentro tenían chicle.
Seguro que esos ahora están prohibidos. Primero porque engordan. Y segundo porque pueden llevar a los niños a la muerte si se tragan el chicle.
Nos está quedando una sociedad preciosa.

Y hablando de la sociedad… Bueno, no. A la sociedad mejor ni la mentemos en este blog, que me lo cierran, y es de mis pocas válvulas de escape abiertas. No quiero reventar como un globo si me quedo sin ella.

¿De qué estábamos hablando? ¿Canciones ochenteras y sus vídeos? ¿Golosinas del pasado?
Da igual, porque este post empezaba sin rumbo ni concierto. Y pasada la mitad de su extensión, todavía no tiene título. Así que a ver hacia dónde vamos.

Es emocionante esto, y los que escriban me entenderán. Porque, ¿Qué hay mejor que empezar a escribir sin saber cómo lo vas a rematar? Esperando una especie de suerte, que lo resuelta todo al final, como si fuese un capítulo de House, y el paciente tuviese lupus.
De hecho, ¿Qué hay mejor que, ya no sólo escribir, sino hacer algo sin saber a dónde te va a llevar?

Esto me lo han contado, porque yo soy de esa clase de personas que por desgracia pienso en los próximos catorce movimientos que va provocar cada uno de mis actos. Qué pena que no me haya dedicado al ajedrez.

Que no haya sido ajedrecista se une a la lista de mis profesiones frustradas.

LISTA DE COSAS QUE TENDRÍA QUE HABER SIDO

  • AJEDRECISTA
  • TUNO

Quién sabe si algún día las tacharé de esta lista.
Pero ante la incertidumbre, voy a seguir viendo vídeos de los ’80, que ahora mismo empieza Here I go again, y está a punto de salir Tawny Kitaen retozando por encima de un Jaguar. El coche, no el felino.

 

Besos para ellas y una abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

 

P.D.: me ha quedado un post tan inconexo, que parece el guión de cualquier programa de Cowboys de Medianoche. ¡Bien por mí!

(Visto 283 veces)

Comparte este post

Comments (2)

  • Palo Reply

    ¡Qué mítico el Kojak! ¡Me rechiflaba! Y ¿te acuerdas de los chicles Boomer de fresa ácida? Otro vicio para mí.
    Me siento muy identificada con lo de empezar a escribir sin saber a dónde nos llevará ‘eso’. Pero te aseguro que siempre a buen puerto.

    18/01/2022 at 8:55 am
    • Paty Varela Reply

      Sabía que tú entenderías lo de empezar a escribir sin saber dónde vas a ir a parar. Viva!!
      Y claro que me acuerdo de los Boomer de fresa ácida, sí, sí. Fue el chicle de moda en su época. Una revolución de sabor!!

      18/01/2022 at 10:41 am

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

MÁS COLUMNAS