¡HE VISTO A UN BEATLE!

¡HE VISTO A UN BEATLE!

¡HE VISTO A UN BEATLE!

Naaaaaa na na nanananaaaaaa. Nanananaaaaaa. Heeeeeeeey Juuuuuude!!!
(jueves 2 de junio de 2016. Estadio Vicente Calderón, Madrid)

Retrocedamos un poco en el tiempo –aproximadamente unos 5 años– cuando dos pequeñas señoritas me redescubrieron a cuatro muchachos de Liverpool llamados The Beatles.
Por supuesto, esas dos pequeñas señoritas eran mis sobrinas, Celia y Ángela.

Sus padres, ellas y el que suscribe, emprendimos un viaje hacia tierras británicas, con el simple propósito de conocer todo lo que pudiésemos de ellos. Dada la devoción que mis sobrinas sienten por el grupo (lo que demuestra que aún hay esperanza en el mundo. Y que a los niños también  hay que educarles musicalmente como hicieron mis padres con nosotros, y mi hermana y mi cuñado con ellas).
Ver, estar, sentir lo que ellos sintieron por allí cuando no eran más que cuatro amigos adolescentes con mucha ilusión y un talento a raudales, como luego quedó demostrado.

Ellas se encargaron de abrirme los ojos para que pudiese ver lo grande que era un grupo, que por supuesto conocía como creo que el 99% de la humanidad sobre la faz de la tierra, pero del cual no sabía más de ellos que, lo que podríamos llamar, su epidermis.
The Cavern, el orfanato de Strawberry Field, Penny Lane, la escuela de Artes de Liverpool, Abbey Road y su famoso paso de cebra, la casa de la tía Mimi

Tanta pasión ponían en todo lo que me contaban que no me quedó más remedio que profundizar en lo que a ellas tanto les apasionaba. Porque estaba claro que algo más había de lo que yo ya conocía.

Así que en sus manos me puse. Porque para aprender algo, qué mejor que hacerlo de mano de alguien que disfruta tanto enseñando. Y como las cosas se empiezan por el principio, me fui haciendo con su discografía, siguiendo de manera rigurosa el orden que ellas me indicaban (de hecho, nuestro grupo de Whatsapp, después de tanto tiempo, aún se llama «Discografía The Beatles»).
Así que sin duda podemos decir que con ellas comenzó todo.

Como si el destino tuviese claro esto, me enteré que Paul McCartney venía a tocar a Madrid estando precisamente con ellas. Y fui yo quién tuvo el enorme placer, dada la cara de felicidad que pusieron al oír la noticia, de decírselo.

Y llegamos así al pasado jueves, cuando a pesar de ir por separado y encontrarnos sólo al finalizar el concierto, allí estábamos de nuevo los tres para reunirnos con ese señor que tanto tiene que decir acerca de los Fab Four.

Vengo de una racha bastante buena de conciertos, y éste iba a ser la espectacular guinda que coronase este particular pastel de actuaciones. ¡Estaba a punto de ver a un Beatle!

Iba a ver a un Beatle, pilar fundamental de la música moderna de la segunda mitad del siglo XX en adelante. Y autor de la gran parte de las mejores canciones de la historia, en aquella perfecta dupla que eran Lennon/McCartney.
Quería poder disfrutar en directo de todas aquellas canciones que tantas veces había escuchado en disco, en cinta o en cd. Sentir el eco dentro de mí de esas melodías que mis sobrinas tanto empeño pusieron en que me aprendiese sabiendo que me iban a encantar.

Y aunque en un principio dudé de las condiciones físicas del señor McCartney a sus casi 74 años, reconozco que no hay como saber hacer, ser y comportarse como sólo un mito como él puede hacer.
Qué oficio, qué buen rollo, qué ganas de agradar, qué banda lleva. Y sobre todo, ¡tiene un repertorio con el que puede hacer lo que le venga en gana!

Ya sabéis que mis crónicas musicales son de todo menos técnicas, y datos manejo los justos. Así que daré unas pequeñas pinceladas de mis impresiones al respecto.

Empezar con «A hard day’s night» dejaba claro que The Beatles iban a estar muy presentes en la setlist que tenía preparada. A sabiendas que, en realidad, los allí presentes es lo que más queríamos y deseábamos. Y así fue.

Sin olvidar algunas de sus canciones con los Wings o en solitario (memorable «Live and let die«, lleno de efectos pirotécnicos y luminosos, que dejaba claro que para algo fue la banda sonora que acompañó a otro honorable habitante de la Gran Bretaña como es «Bond. James Bond«), por allí pasaron «Can’t buy my love«; una versión reprise de «Yesterday«, mi esperado «Let it be«, que como no me hizo saltar las lágrimas; el antes mencionado «Hey Jude» –auténtico momentazo de la noche de comunión con el público, junto con el «Give peace a change«. Interpretado porque fuimos nosotros, el público, quién se arrancó a cantarlo de manera espontánea–; o ese «Blackbird» con él en solitario con su guitarra, elevado unos 15 metros del escenario.
Todo ello acompañado con imágenes que nos mostraban a John, Paul, George –qué bien sonó su «Something»– y Ringo a lo largo de los años (por si alguno no les tuviese en mente permanentemente).

Cabe destacar el final, que no fue otro que las tres últimas canciones del Medley del que realmente fue el último disco grabado por The Beatles, «Abbey Road«.
¿Casualidad? No creo.
Si aquel espectáculo tenía que tener un final, qué mejor que el que pensaron ellos mismos para su carrera.

Sir Paul, un auténtico lujo y un placer haber podido disfrutar de su música en directo.

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

P.S.: Señora, Coquillo, quién sabe si algún día repetiremos ese viaje a Liverpool, y allí nos encontremos con Paul de paseo por Strawberry Field… Soñar es gratis.
Os quiero mil!!

PODCAST: ESPECIAL THE BEATLES (1ª parte)
PODCAST: ESPECIAL THE BEATLES (2ª parte)

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