LA MUSICA (ALTA) PUEDE MATAR
He leído el otro día que cuando estás muchas horas pinchando música, tu oído te hace creer que el volumen está bajo y entonces tiendes a subirlo de manera gradual, hasta, me imagino, un nivel brutal y excesivo.
Va a ser por eso entonces, que a última hora está la gente como mareada…
Tanto tiempo con la teoría del garrafón, con que si la última copa siempre es la mala, que los hielos están hechos con agua deficientemente destilada, que si la fruta no está correctamente limpia, o que si los vasos no se han enjuagado lo suficiente… Nada, la culpa, del pincha. Y más en concreto de la percepción que tiene su cerebro de que el volumen está bajo.
Ya estoy viendo los próximos anuncios de bebidas alcohólicas:
«No bebas con moderación porque no es el alcohol el que te produce esa borrachera con la que vas más a gusto que en brazos. La culpa es del puñetero pincha, que se le ha ido de las manos el volumen. Y encima, para ponerte la mierda de música que ha puesto hoy»
Por lo que luego, los que nos dedicamos en mayor o menor medida a esto de la música, nos volvemos a casa desolados. Hundidos en la miseria. Afligidos cual perro sin amo, cual velero sin timón, o barco sin capitán.
Eso sí, gracias a nuestra sordera imaginaria, no oímos todos los gritos e improperios que nos lanzan las hordas enfurecidas que están en la calle esperándonos, ebrios, sin duda, por causa del volumen musical al que les hemos sometido las últimas cuatro horas.
Creo que las tabacaleras están buscando una solución parecida para cargar sobre nuestros, no precisamente hercúleos hombros, el mastodóntico peso del alto nivel de mortandad que arrastra el tabaco.
«Fumar mata. Pero como no salgas fuera a fumarte un cigarrillo, ese tío encaramado en lo alto, que no hace más que tocar botoncitos, va a acabar contigo mucho antes que el tabaco como siga pinchando a se volumen»
Lo veo…
¿Y si resulta que los que nos morimos y desaparecemos por nuestro propio volumen somos nosotros? Hombres incansables, capaces de hacer sesiones de varias horas, con el ánimo siempre alto y la mejor de las sonrisas.
¿Qué pasaría? ¿Pincharía Spotify en sesión aleatoria?
O lo que es mejor, ¿lo haría el programa que tengo instalado en el ordenador, y que como función estrella tiene la opción de sugerirte la mejor canción para poner después de la que está puesta en ese instante y que suele ser una del mismo grupo que está sonando?
Rezad para que la primera que elija no sea de Whisky y Jazztel. Porque si no estáis perdidos, y me acompañareis al reino de los cielos no tardando.
Para evitar esto, estoy sometiendo mis oídos a nuevos ejercicios auditivos que me ayuden a tenerlos sanos y en forma. Ahora mismo me hallo en medio del cuarto, completamente a oscuras –para evitar al máximo que el resto de sentidos usen recursos físicos de forma innecesaria–, sentado en un sillón estratégicamente situado en un punto equidistante entre los dos altavoces, mientras escucho un disco de Miles Davis que he adquirido recientemente.
¡¡Gloria bendita!!
Y además lo hago por motivos de salud, porque si vosotros no queréis que muera (espero), ¡¡Imaginaos yo!!
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
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