MIRANDO AL MAR SOÑÉ…
Pues eso, que «Mirando al mar soñé, que estaba junto a ti…»
Ahora mismo estoy mirando al mar, sí.
Aunque la verdad es que como soy poco dado a soñar despierto, y mucho menos mientras escribo, sólo cumplo la primera acción de la frase.
Porque como buen especimen del género masculino que se precie, lo de hacer varias cosas a la vez no lo llevo demasiado bien. A no ser que sea girar la cabeza al paso de la garota de Ipanema (de Valladolid, de Madrid, o de las Islas Columbretes) mientras bebo una copa –para que la mirada quede lo suficientemente oculta tras el cristal, cómo para no parecer una vaca mirando el tren–.
No sé porque me ha venido a la cabeza esa canción de Jorge Sepúlveda, pero ahí está.
Y además ha decidido venir para quedarse por lo menos durante los próximos 10 ó 20 minutos. O hasta que otra melodía llegue rápidamente cual mecha ardiendo a mi mollera, dura y lenta durante estos días estivales en los que además estoy de vacaciones.
La verdad es que siempre que llego a Cantabria, me da más por cantar el otro clásico del señor Sepúlveda, en dónde directamente no se anda por la ramas y muestra su amor por Santander. Pero debe ser en la posición física en la que me encuentro lo que ha decantado la balanza por el primer tema.
Para estar mirando al mar el día no es nada apacible. El sol luce, pero por su ausencia. Y hay una brumilla que no presagia más que nubarrones futuros que me harán compañía en unas horas.
Aunque justamente eso es lo que me gusta del clima de Comillas. Pasas del calor al frío en unas horas, y eso a mí me encanta, porque lo agradezco.
Mucho sol sería capaz de convertir mis vacaciones en un infierno, en todos los sentidos. Y todo el día lloviendo en una casa de playa, pues no es lo más adecuado, no os voy a engañar.
Además, en días como estos aprovechas para hacer cosas que haces a menudo durante el resto del año, como por ejemplo escribir un blog trivial, pero a la orilla del mar, lo que lo hace doblemente atractivo.
También es el típico día en el que si estás en Galicia, te acercas a Santiago. O si estás en Santander, te acercas precisamente a Comillas, recinto de grandes monumentos como pueden ser la marisquería Adolfo, el bar de tapas La Corriente, el chocolate con churros de Campíos, La Montañesuca y sus copas bien puestas o mi casa (que para eso estoy yo en ella).
Los edificios importantes de verdad, que los hay -y muchos- ya son por todos de sobra conocidos, así que evitaré hablar de ellos. Dejando esa labor a quiénes realmente saben explicar las gracias y virtudes de tan magníficos obras arquitectónicas.
Así que ya sabéis, para todo lo demás… All you need is love que decían los únicos e incomparables The Beatles, aunque permitidme que en esta ocasión os muestre la versión de Love actually (que para quien aún no lo sepa, es esa peliculilla que suelo ver del orden de 4 ó 5 veces al año)
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
P.D.: gracias a los Fab Four, se me ha ido de la cabeza el tema con el que inicié el post. Gracias a Paul, John, George y Ringo, digo… a Dios!!
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