NO HAY HUEVOS… PERO SÍ PATATAS
No soy yo contrario a adoptar costumbres de otros países y culturas.
De hecho, creo que soy bastante aficionado a las americanas en general. Y las referentes a su comida, en concreto.
Siempre me llamó la atención el brunch, y esa cualidad que le veía de calmar los desasosiegos que se pueden tener una mañana de domingo si has tenido un «mal despertar».
Con sus huevos benedictinos, su bacon churruscante, su Bloody Mary bien cargadito, y cualquier cosa grasienta que se te pasase por la cabeza a esas horas.
Pero hoy, justamente hoy, al leer una cosa al respecto, me ha embargado de pronto un sentimiento patrio que me ha llevado a pensar algo… Esto ya lo hacía yo desde los 16 años!!!
Eso sí, a mi modo.
Y me explico:
Todos los domingos, a eso de las 13:00h del mediodía (por aquello de que no es sano madrugar), los crápulas de mis amigos –que son unos crápulas, pero bellísimas personas– y el que suscribe, quedábamos en el bar El sendero.
Con más sueño que hambre –y con más dolor de cabeza que sed– pedíamos una de las cosas más maravillosas que he comido en mi vida –no por el plato en sí, dado que lo he podido comer en otros sitios, sino por cómo estaba hecho y lo bien que sentaban–: LAS PATATAS AL REMOLINO.
Para quien no lo sepa, son unas patatas soufflé con una salsa alioli bastante ligera, y espolvoreadas de pimentón.
Y todo bien regado por unas jarras de cerveza para pasar el trago, por supuesto.
Pues estás patatas eran un auténtico reconstituyente de cuerpo y alma. Al tiempo que te despejaban la mente para poder hablar de las barbaridades que habías hecho la noche anterior. De jurar y perjurar que no las volverías a hacer (y al mismo tiempo, de estar seguro que en ese momento mentías).
Era uno de los mejores momentos de la semana, a pesar del cuerpo escombro que llevabas (y eso que tienes 20 años, que es esa edad fantástica en que la resaca es simplemente una fuerte corriente del mar), porque departías con los amigotes de toda la vida confidencias y risas alrededor de algo tan español como son unas cañas y unas patatas.
¿Huevos benedictinos y bloody mary?
En España las resacas se pasan con guindillas y cerveza. Aunque si no eres un auténtico profesional de esto, puedes cambiarlo por cualquier modalidad de encurtidos en vinagre y agua, que tampoco es plan de estar, a los 5 minutos, más bolinga de lo que ya estabas.
Porque, vamos a ver, ¿Tú te levantas un domingo, con esa cara que no sabes ni siquiera si es la tuya, y tienes la suficiente mente fría para preparar un huevo poché, sobre un muffin ligeramente tostado y bacon? ¡¡Y encima cubrirlo todo de una suave salsa holandesa!!
¿Pero acaso sabes lo que es una salsa holandesa?
Tú abres la nevera y te echas al coleto lo primero que encuentras para hacer que eso que revolotea en tu estómago, y que estás seguro que no son mariposas, pare.
Esto incluye guindillas, cebolletas, pepinillos, una salchicha de frankfurt –cruda, fundamental–, o cualquier tipo de mejunje que tengas allí guardado.
Y bien de agua.
Pero bien bien. A ver si así, de una vez, ahogas lo que tienes ahí dentro (si el tío al que le sale el alien del estómago, llega a ser español, eso no le pasa. Antes le hubiese ahogado entre abundante vino y licores, que para eso estaban cenando).
Luego ya, si tienes a bien, te vas a la cafetería a tomarte los huevos benedictinos, el cronut o los muffins. Y a pedirte un doble caffe macchiato con bien de espuma y una ligera capa de canela.
Aunque yo te sigo recomendando que te vayas a por unas cañas, unas patatas al remolino, o unas buenas bravas.
Ayyyy las bravas… Si es que pienso en ellas, y se me nubla la mente. Son las «perlitas» de mi gusto culinario.
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
Comments (4)
Que grande eres Paty!!
Esos domingos de la mejillonera con un olor de espanto!! pero daba igual, esas papas bravas y calamares te quitaban todos los males!
Gracias, Joven Leti!!
Ahora, ni me levanto de la cama aunque me esté muriendo. Qué pena…
Y si me voy para allá a montar un local de bravas y calamares??
Muy apropiadamente, El Sendero estaba en la calle Doctor Cazalla… no digo más!
Jajajajajaja
Si es que no podía estar en otro sitio, cierto es!!