NO HOMBRE, NO

NO HOMBRE NO

NO HOMBRE, NO

Me encanta el cine, y he visto caer en acto de servicio a muchos de los protagonistas de mis películas favoritas.
Me apasiona la música, y he visto tirarse del coche, aún estando en marcha, a alguno de mis artistas de cabecera.
Pero creo que, a pesar de no ser tan lector como melómano o cinéfilo, nunca había sentido la punzada que acabo de sentir al decirme que nos ha dejado hace unos minutos el grandísimo David Gistau.

 

No hombre, no. Esto no se hace!!!
Uno no se va sin despedirse, ni siquiera por mantener esa fama de tipo duro que siempre te precedía.
Uno no puede dejarnos así, huérfanos de esas columnas con mordiente. De artículos deportivos escritos con aires de otras épocas más gloriosas para el periodismo. De tertulias que daban para tomar notas y aprender lo que es la vida, cada vez que tu sonora voz hacía acto de presencia.

Porque si algo tengo claro, es que cuando hablabas, la gente escuchaba. Siendo ésta una característica de la que no muchas personas pueden presumir.
Y eso pasa porque hasta cuando no se estaba de acuerdo contigo –pocas veces, pero alguna había– uno se daba cuenta que tus palabras tenían el copyright a tu nombre. Y que no estaban dichas al albur de nada ni de nadie (característica que habría que valorar más de lo que se hace, en un mundo tan de corrientes como es éste en el que vivimos).

Te pude conocer, sin mediar palabra entre nosotros, gracias a los desayunos en Campíos, en tu querida Comillas. Y «re-conocer», ya en persona y con intercambio de alguna que otra frase, gracias a ese amigo común que teníamos, de apellido Aznar –y de nombre Don Javier–, que estoy seguro que hoy estará de severo duelo también. Fue hace no mucho, y como ya escribí en su momento, fue de esos días que estarán por siempre marcados en rojo en mi lista de experiencias vitales que había que, valga la redundancia, vivir.

Me impresionó tu cercanía y simpatía hacía una persona a la que acababas de conocer y a la que no debías nada. En un día, además, en el que presentabas tu novela «Gente que se fue«. Y los reclamos a tu alrededor eran muchos y más interesantes que yo.
Pero a pesar de todo me dedicaste unos minutos en los que supiste hacerme sentir confortable hablándome de temas más cercanos a mí que a ti mismo, cumpliendo así una de las normas de un perfecto y educado anfitrión.
Gracias.

Siempre he dicho que sabía que el día me iba a ir bien si te escuchaba por las mañanas al levantarme. Dado que tus palabras siempre me valían de inspiración.
¿Ahora qué hacemos? Verás mañana qué lío.
Al final te has despedido a la francesa, que para algo es una de las patrias que llevabas en tu sangre. Qué cabronazo…

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

 

P.D.: «Entre Castilla y el norte, ahí nos veremos» me escribiste en una de tus novelas como dedicatoria. Y aunque soy consciente que no será fácil hacerlo, quién sabe lo que pueda suceder, dado que nunca he dudado que eras un hombre de palabra. ¡HALA MADRID!

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