NYC 02

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Segundo día y me ha vuelto a pasar.
Al detenerme un momento a buscar algo en el móvil, se han parado a mi lado dos viandantes cualesquiera y me han dicho, “Can I help you??”

Y gracias a esa frase, comprimida en tamaño píldora, he podido tomar una ración de esperanza en la raza humana que hacía mucho que no tomaba.

No había necesidad de pararse. No era una urgencia ante la cual cualquiera que se considere persona se hubiese parado aunque sólo fuese por humanidad.
Simplemente era un hombre (yo) intentando averiguar algo en el medio del todo que es Nueva York. Y dos persona decidieron perder unos segundos de su, sin duda, valioso tiempo para ofrecerme ayuda.

Creo que alguna vez he comentado aquí aquel anuncio de un coche en el que una hija le quería hacer ver a su padre que hacer el gesto de dar las gracias mientras conducía, dado que nadie le contestaba ni le hacía caso, era una pérdida de tiempo. Y en ese momento justo, alguien le correspondía.
Y ahí reside el quid de la cuestión. No hay que hacer las cosas porque los demás las hagan o no. Las cosas hay que hacerlas porque uno cree que así debe ser.

Bueno, pues en este megalodón -aparentemente inhumano-, y en medio de todo el bullicio, he visto ese halo de esperanza que hace a las personas racionales, justamente eso, personas.
Ojalá esto se propagase por el mundo entero (y me contagiase el primero), y se convirtiese en algo natural. Porque actos así, y no frases motivacionales, son los que hacen grandes (o pequeños) al ser humano.

Nueva York. Lección uno, impartida.
Ahora sólo queda que los alumnos tomemos buena nota de ella y la pongamos en práctica.

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

 

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