NYC MAREMAGNUM

NYC MAREMAGNUM

NYC MAREMAGNUM

Mucho de esto que voy a pasar a relatar a continuación, fue escrito en el lobby del hotel Park Central en Nueva York. Y es el final de una serie (leer entera AQUÍ) sobre mi estancia en dicha ciudad.

 

Ya ha llegado la hora de escribir de verdad, sin ambages, ni tópicos del típico turista recién llegado (aunque lo soy)
Y es que a pesar de seguir los caminos más o menos predeterminados por las guías y los programas de TV, he ido viviendo en mis propias carnes todo aquello que me llevaba, sin saber por qué, a adorar Nueva York.

La ciudad es civilizada dentro del estrés al que está sometida. Sus gentes son amables. Sus trabajadores atentos. La arquitectura sobre la que se construye es apabullante, a la vez que acogedora y cálida (¡Viva el art déco!).
En el poco tiempo que llevo aquí he podido ver que si se quiere, se puede. Esto se ha levantado con ilusión, ganas y mucho, muchísimo trabajo. Siento una pizca de envidia, lo reconozco. Pero al mismo tiempo pienso en que hubo un momento que nosotros, los españoles, éramos así y nada se nos ponía por delante. No vivíamos de excusas ni miedos.

Adoro el amor que sienten los americanos hacia su historia. La promocionan, la ensalzan, la veneran y la defienden sin problema dónde y cuándo sea, aun sabiendo que mucha de ella está artificialmente engordada. Y es que de lo poco de lo que carecen y no pueden conseguir ni con esfuerzo ni dinero es precisamente más historia.
El tiempo no se puede modificar, y su paso es el que es.
Pero son tan listos que han creado la suya propia. Y nos la han transmitido tanto, que parece que lleva con nosotros desde el comienzo de los tiempos. Un aplauso para el departamento de marketing estadounidense.

También nos han llevado a conocer sus tradiciones, usos y costumbres de tal manera que casi las hemos hecho nuestras. De hecho, oír The Star-Spangled banner hace unos días en el Madison Square Garden, con todo el mundo de pie (yo incluido, porque en esta vida lo primero que hay que tener es respeto por lo demás, y más cuando estás de invitado) fue una sensación de confort muy agradable, a pesar de ni ser mi himno, ni ser mi país. Bravo de nuevo por ese sentimiento patrio tan arraigado.
De nuevo siento envidia.

Cada día aquí es una nueva página en blanco, la cual puedo ir llenando según paso calles y avenidas, viendo todo lo que en ellas sucede. La simple realidad da para tanto, que estoy seguro que nada de ficción habría en ella.
Siento que aquí podría escribir horas y horas sobre todo lo que me rodea, veo y siento. Ya fuese desde la idílica imagen de mí mismo sentado delante de la cristalera de cualquier cafetería o aunque me tocase hacerlo encima de una piedra afilada como la hoja de una navaja.
Porque si para escribir hay que vivir primero (en la gran parte de las ocasiones), aquí se vive, y mucho.

Se puede vivir mientras se recorre Central Park viendo los patos que tanto le preocupaban a Holden Caulfield, y también me pregunté dónde irían en invierno al congelarse el lago.

Se puede vivir visitando ensimismado el MET (no tanto el MoMA, como he descrito en uno de los capítulos de esta serie). Ensimismado viendo la reja de la Catedral de Valladolid en privilegiada posición dentro del museo, o ensimismado mientras uno pasea por sus salas impresionistas, que ya sabéis que es mi debilidad, imaginando a esos pintores, estudiosos de la luz, creando escenas –pincelada tras pincelada– capaces de remover algo en mi interior de tal manera que haga que las ame.

Vivir descubriendo todas las referencias cinematográficas, literarias, pictóricas, fotográficas con las que he llegado… Vaya donde vaya recuerdo algo que he visto u oído, y aunque pudiese parecer que así se pierde un poco de efecto sorpresa, desde ya os digo que no.
Estoy planeando preparar un ciclo llamado “Qué he visto y dónde” que incluya todos los títulos que puedan contener referencias a lugares que he visitado.

 

Y por supuesto la mayor de las vivencias ha sido poder compartir todo esto junto a dos grandísimas personas como son Andrea y Borja (“Nuestro amado líder”), que tuvieron el valor de incluirme en su plan de viaje, aun sabiendo que así dejaría de ser un recuerdo de ellos dos solos, para pasar a convertirse en una historia de tres.
Gracias por tanto, mis queridos amigos.

Los días, que al principio parecían tantos, se fueron consumiendo de tal manera que no me di ni cuenta que el final había llegado, y todavía no estaba preparado para la marcha.
Cuando estoy de vacaciones siempre digo que llega un momento en el que en el fondo quiero que se acaben para volver a la normalidad. Está claro que nunca antes había estado en NYC…

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

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