ROMÁNTICO EMPEDERNIDO

Romántico empedernido

ROMÁNTICO EMPEDERNIDO

Eres un romántico empedernido– me ha dicho ayer el gran poeta, y mejor amigo, Miki Herránz.
Lo cual, a día de hoy, no sé si me ha reportado más alegrías que penas. Pero así es como soy –le he contestado.

Y he estado pensando en el significado de la frase y su porqué.

Partimos de la definición básica de romanticismo, que no es más que la ruptura que se quiso hacer a finales del siglo XVIII, principios del XIX, con el racionalismo dominante en Europa. La predominancia del ser individual sobre el conjunto. Del sentimiento sobre el raciocinio. De la espontaneidad sobre lo establecido por norma.

¿Soy un romántico?
Pues mirado así, y sobre la concepción que tengo de mí mismo, no tanto.
Así que tendremos que profundizar un poco, y buscar otra acepción más acorde a lo que entendemos ahora mismo sobre romántico.

Buscarla. O si no, ¿por qué no la inventamos partiendo de lo que sabemos?

El comentario que ha dado lugar a todo esto fue porque estaba a punto de empezar a ver Annie Hall.
A
sí que usemos esto de base.

Ver películas que hablan de relaciones humanas, de amor y desamor,  y «encuentros cucos» (en palabras de Eli «Arthur» Wallach en The Holiday) –sin mayor pretensión que la de entretenerse y, tal vez, sentirse reconfortado en momentos de necesidad– puede ser un buen comienzo para identificar un romántico.
Si eres de los que ves Love Actually cada vez la ponen en la TV, te sabes el comienzo de Manhattan de memoria, o siempre has querido sobrevolar en avión la sabana africana al ritmo de John Barry, vas por el buen camino para ser un romántico.

Y ya que estamos, usaremos al señor Finch Hatton para el siguiente punto.
¿Cómo hay que ser en el amor para ser un romántico?
Aquí la línea que separa al romántico del calzonazos o el pagafantas puede llegar a ser muy fina, así que cuidado. Siempre se puede perder de vez en cuando, no pasa nada, dado que Roma no se construyó en un día. Pero pensad fuerte en el «de vez en cuando».

Salgamos del estereotipo y digamos también que romántico no es sólo preparar el desayuno el sábado por la mañana sino, ya que estamos, es hacer la comida y dejar la cocina limpia y recogida.
No sólo es regalar rosas rojas o tulipanes blancos. También al aparecer un día con unas castañas asadas, un paquete de bizcochos Circulo Rojo de Bimbo, o una bolsa de Risketos.
No hace falta irse de fin de semana por la Costa Azul sino que acompañarle a hacer algo que tenga que hacer por obligación, de forma paciente y sin meter prisa, puede ser un gesto más cariñoso aún.
Si no has podido ir a ver en concierto a su artista preferido, cántale alguno de los temas que más le gusten, por muy mal que lo hagas, y verás como a lo mejor esa actuación será la que más recuerde en su vida.

En definitiva, hay muchas maneras de ser romántico.
Muchas de ellas nos las han marcado los libros, las películas o las canciones. Pero otras muchas se consiguen con sentido común. Fijándose un poco en las cosas. E intentando conocer bien a quien quieres que esté a tu lado, no sólo unas horas, sino para siempre.

 

Besos para ellas y una abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabeis.

 

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