SHHHHHHHHHH

SHHHHHHHHHH

SHHHHHHHHHH

Partiendo de la base de que soy una persona a la que le gusta hablar, y que mi tono de voz no es precisamente bajo, también puedo decir en mi descarga, que lo sé modular cuando las circunstancias lo requieren.

¿Por qué digo esto?
Porque en mi viernes de anacoretismo, me he venido a uno de mis rincones secretos de esos en los que la tranquilidad impera. Donde nos juntamos algunos más de los que como yo lo único que queremos oír es el sonido de nuestros pensamientos.
Sin embargo hoy ha hecho acto de presencia uno de los personajes que más me molestan. El del tipo «Me encanta oírme, y que los demás también lo hagan en un kilómetro a la redonda».

No dudo que el señor no sea una persona culta e instruida, dado que las cosas que dice tienen sentido, y en un ateneo tendría éxito.
Pero esto no lo es, y lo que dice me importa, exactamente, un guano.
Por lo tanto no tengo porque tener resonando su retórica en mi cabeza sin haberlo pedido.
Será muy listo, pero es profundamente maleducado dada su forma de ser.

La pena es que él es igual de maleducado que yo de pacato. Porque lo normal es que me levantase y le llamase la atención por su actitud, delante de sus amigos. Los cuales, por cierto, no pueden meter ni una palabra de canto.
Pero no quiero líos, porque tengo la mala costumbre de pasar de ser pacato a ser muy vehemente, y no he venido aquí a discutir. Menos aún cuando mis auriculares tienen una estupenda cancelación de ruido.
«On», y todo arreglado.

Durante el rato que he tardado en activarlo he podido comprobar que como tertuliano en TV no tendría precio. Toca todos los palos.
Además con una cadencia que ríete tú de las paladas de Craviotto (se nota que estamos en plenos JJOO). Y es capaz de enjaretar varios temas, uno tras otro, con pasmosa facilidad.
¡Pesado!

Por desgracia, ha llegado con la misma prisa que yo. Ninguna.
Se va desalojando el local dadas las horas, pero él no tiene ninguna urgencia por irse, al parecer.
Eso sí, yo menos.

Y me estaba planteando aguantar para poder disfrutar, aunque sólo fuese por unos minutos, de la Pax romana del lugar. Pero… Ha llegado una pareja del mismo tipo.
Ahora mismo esto ya es insoportable, porque entre ambos están intentando convertir su mesa en su particular Speaker’s Corner de Hyde Park, y eso no hay cancelación de ruido que lo soporte.
Una pena estropear una mañana de viernes por un par de grupos de incívicos voceras.

Habrá que buscar un nuevo rincón secreto, que seguro que hay más.
Y dado que sigo en mi plan de planear en solitario, si cambio a nadie trastoco los planes más que a mí.
Ser solitario cual llanero alguna ventaja tendría que tener, ¿no?

 

Besos para ellas y una abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

 

P.D.: el erudito se ha levantado, así que por lo menos algo he conseguido. Y sorprendentemente, el púgil de la esquina contraria ha bajado el tono de manera considerable. Será que ya no tiene que demostrar nada a nadie.
Qué pena que no se hayan dado cuenta antes que para pavos reales, ya estaban los autóctonos de El Campo Grande.

(Visto 128 veces)

Comparte este post

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

MÁS COLUMNAS