«TÚ SI QUE VALES»

TÚ SI QUE VALES

«TÚ SI QUE VALES»

Cómo engañan algunos días, eh!!

Ayer por ejemplo, lo que a las 23:00h. tenía una pinta horrible, se convirtió en una de las noches más satisfactorias de los últimos años (no me atrevo a decir de toda mi vida por precaución, pero puede que lo haya sido).

El jueves y el viernes había tenido Taburetazo (de lo cual escribiré en otra ocasión, no os quepa duda) con su consiguiente ración de bar después, por lo que el sábado llegaba como llega el primer lunes después de las vacaciones de verano. Era de esos días plomizos, tanto por mi estado físico como por el parte meteorológico; así que me tuve que calzar mi mejor sonrisa para no aparecer en Caruso como un preso camino del cadalso.

Ante la pregunta de mis amigos y parroquianos de «¿Qué tal todo?«, «Cansadillo, pero aquí estamos» era la respuesta que opté por dar para no faltar al decoro y las buena maneras. Así que cuando las 23:30 fueron marcadas por mi reloj, llegó la hora de subir esas escaleras que tanto intrigan a los nuevos, y que me llevan a mi «Club Social«.

Mucha cara desconocida a raíz de la celebración de la Final de la Copa de S.M. El Rey, lo que no era el mejor acicate para mi desangelado espíritu, el cual es fundamental tener animado en estas lides lúdicas; y cuando a eso de la 1:30 se produjo, aún no sé muy bien por qué, un parón, vi pasar la muerte por la puerta, disfrazada de música haciendo un fundido en negro (en este caso, diremos que «un fundido en silencio»)…

Y de repente, la magia!!
No sé exactamente con que canción fue, pero se empezaron a afinar las voces. Se empezaron a unir en coro como si el casting de un orfeón se estuviese haciendo en ese momento en el bar. Las miradas se empezaron a dirigir a mí… Y en ese momento, reviví.
Me crezco mucho si la gente da un pequeño paso en su búsqueda sabatina del divertimento, uniéndose más a la música. Me encanta ver que la gente disfruta, y eso me da una energía que, como en el caso de ayer, no tenía.

Amigos, conocidos, gente que no había entrado en la vida en Caruso. Todos juntos cantando, bailando, brincando. Gente desinhibida y entregada al momento, volviendo a sus años de adolescencia en los que la locura era la nota predominante. Caras sonrientes, felices, de disfrute máximo… Y el primero, yo.
Porque si bien es cierto que no me gusta recibir halagos por hacer mi trabajo –y menos aún mientras lo estoy haciendo–, mentiría si no reconociese que en ese momento puede que fuese el hombre más feliz del mundo.
Que un bar entero cante absolutamente todo lo que pones, que grite tu nombre, que entone a coro «Tú sí que vales«, y que incluso dos chicas te digan que han llorado de la emoción de lo vivido, es algo que no pasa todos los días.

¡¡GRACIAS!!

 

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

 

P.D.: no querría terminar sin hacer una mención especial a todos mis compañeros de Caruso, ya amigos y casi familia, que cada noche comparten conmigo alegrías y penas; porque en un bar, la música es sólo una pequeña parte de todo lo que hace que aquello funcione, y todas son igual de importante. Somos grandes!!

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