UN «MAÑANEO» MÁS

UN "MAÑANEO" MÁS

UN «MAÑANEO» MÁS

Soy un reo, un preso condenado a muerte. Soy un transeúnte de la milla verde.
Y en este sendero hacia el final, quiero una ultima voluntad… Quiero un último «mañaneo»

Esto  del «mañaneo» no es mío, por supuesto, porque no soy tan brillante, si no que es de Sesiongolfa.com.
Y desde que lo leí hace un par de días, llevo con ello en la cabeza repiqueteando como un martillo que golpea una espada en un yunque, en época de guerra.
Quiero un último día sin fin. Un exceso nocturno. Quiero oír «una de bravas» a las 12 de la mañana. Y que ello signifique que todavía es parte de mi desayuno, tras esa larga noche, que se va a convertir en mañana.

Muchos pensaréis que esto es una barbaridad. Otros, tal vez, que esto es lo que hacéis todos los fines de semana. Pero yo, que por fin estoy llegando a mi punto y seguido –camino de un punto y final– de mi trayectoria nocturna, es algo que me gustaría hacer como un canto del cisne, digno, y merecido.

Hace ya unos años, no pocos, lo que pido, sí que sería algo más o menos, factible.
No era tan descabellado pensar que un día de esos «locos», se podía enganchar una noche con una mañana. Tal vez, incluso, con el día siguiente. Simplemente por el mero hecho de prolongar esas charlas entre amigos en las que arreglas el mundo. En el que cualquier problema es pequeño y se puede solucionar con el siguiente pincho de tortilla campera, acompañado de su correspondiente caña bien tirada.

Todo era cuestión de planificar más o menos bien la noche, controlar la cartera, y seguir, seguir y seguir, hasta la luz del día fuese un aliciente más para nuestros cuerpos. Que los rayos de sol fuesen parte del proceso de regeneración cutánea, como si fuésemos un planta en plena floración.

Sería un gesto más de adoración a esa fiesta pagana que se celebra cada fin de semana, y a la cuál nos entregamos en mayor o menos medida. Un café torero a la inversa (¿Podríamos llamarlo un ‘desayuno de subalterno’?).
Una manera de reivindicar esa máxima que dice que si llevas unas gafas de sol por la noche, no sólo significa que has salido desde primera hora de la tarde, sino que has sido tan previsor que las has sacado de casa porque sabes que vas a llegar tarde. Y que te van a hacer falta para proteger tus delicadas pupilas de ese sol justiciero que te hace fruncir el ceño al alba, sin motivo aparente de enfado.

Sé que llega un momento en el que por cuestiones físicas, esto no es fácil.
Para ello hace falta estar entrenado. No mucha gente es capaz de aguantar un ritmo tan intenso que te permita paladear los primeros tragos de la noche, poderlos alargar hasta los albores, y continuarlos hasta la hora en que la mañana se convierte en mediodía.

Pero creo que es una simple cuestión de mentalidad y ganas. Porque al igual que se dice que lo importante es un espíritu joven, independientemente de la edad, la hora del día en la que te encuentres, es significativa en la medida que tú la quieras dar.

Y la prueba es que son las 6 y 20 de la mañana, y sigo pensando en ello.
Porque a pesar que hoy no he podido afrontar ese último «mañaneo», por el mero hecho de pensar en él, y desearlo, sé que todavía, en un último estertor, en un «Hagan juego. No va más», lo conseguiré.
Igual mañana, igual dentro de unos meses. Pero sé que lo haré.
Quizás tú estes a mi lado el día que lo consiga, porque esto hay que hacerlo en compañía, dado que para arreglar el mundo, hacen falta por lo menos dos personas. Y si no estás, tranquilo que te lo contaré.
Será una batallita más de las muchas que he ido acumulando con el paso de los años, y que tanto me gusta narrar.

Pero hasta entonces, disfrutaremos de los quehaceres que me dé la noche, el día, o ambos. Hasta que llegue el momento en que consigamos que los dos sean uno.

Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.

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