A POR OTRO BOLO

En menos de 24 hora estaré, D.m., haciendo cola para ver a Bruce Springsteen. Ese al que llaman, llamamos, The Boss.

Hace unos meses, cuando salieron las entradas, y tras tener mi sitio virtual en esa cola igual de virtual en la que ahora se compran las entradas, me entró un ataque de ira como si fuese un usuario cualquiera de redes sociales y decidí que no iba a pasar por el aro del establishment. No iba a ser uno más de esos que pagan, pagan y pagan sin protestar. Rage against the machine.
Error.

Pasaron los días y no lamenté mi decisión. Que se joda el general que hoy no como el rancho.
En nada había ido a peor mi vida por no haber comprado la entrada. El mundo no había podido conmigo. Bien por mí.

Pero llega un momento en el que las cosas empiezan a alinearse como intentando decirte algo. En concreto «Eres idiota, y por eso te vas a quedar sin ver a tu artista de cabecera».

Sin tener nada que ver con ella ni su perfil me salta un video de Courtney Cox bailando Dancing in the dark. ¿Por qué me aparecerá ahora esto? ¿Me quiere decir algo «Mónica»? Naaaaa, simple coincidencia. Me salta otro de Howard Stern con Bruce hablando sobre Tougher Than the Rest. Bueno, normal, escucho mucha música y esto puede pasar.
Me empiezan a llegar comentarios de amigos que van a ir. Gente me pregunta que si voy. Mi amiga Sara, con la mejor de sus intenciones, me manda un video desde allí el día del primer concierto.
Instagram se llena de vídeos del pasado miércoles. «Tremendo», «Espectacular», «De los mejores de los últimos años» leo de gente de la que me fío. La propia Sara me dice que tengo que ir, que no puedo dejar la oportunidad o me voy a arrepentir.
¡Maldición! La he liado…

Igual que muchas veces he dicho que el mundo parece se pone en mi contra, últimamente parece que es al revés. Y que si algo se me pasa por la cabeza o lo puedo llevar a acabo o me quedo muy cerca.
Así que a esa hora en la que la gente sestear veo un mensaje de Alfonso (grande Yuyu) en Instagram en el que anuncia que tiene una entrada disponible.
Aún con pocas esperanzas, dado que lo ha escrito hace tres horas, le pregunto si sigue disponible. «Si la quieres es tuya. Tengo gente interesada pero ¿quién mejor que tú para comprarla?».
Dicho y hecho. Con una me vale. No le temo a ir solo a los sitios, como bien podéis leer aquí. Hacer cosas sin compañía es una máxima que tenemos los solteros, porque según pasan los años cada vez es más difícil hacer planes con otras personas.

Así que aquí estoy preparándome para mañana con una playlist que me está soltando Youtube con vídeos del hombre y su banda. Al mismo tiempo estoy escribiendo, por lo que escucho la música casi sin darme cuenta. Y sin darme menos cuenta aún me emociono, me estremezco y lloro de vez en cuando.
¿En qué momento pensé que era buena idea no ir al concierto con tal de darme la satisfacción de llevar la contraria a las normas? ¿Desde cuando mi «señor mayor enfadado» ha decidido que tiene que tomar todas las decisiones de mi vida?

Menos mal que, como he dicho antes, parece que el mundo está siendo indulgente conmigo y me da segundas oportunidades como Paco Costas (y lo sé porque esta misma analogía la he usado hace no mucho, aunque no recuerdo muy bien por qué) y mañana podré disfrutar de la que espero sea una jornada memorable.

Además, quizá, sólo quizá, puede que no esté solo. Y es a veces los amigos acuden al rescate aunque no lo merezca (Anita, Carlitos, gracias por intentarlo siquiera).
Si no allí estaré de todas maneras. Total, tengo a otros cuarenta mil como yo a mi alrededor. Y tímido, lo que se dice tímido, no soy.

Besos para ellas y una abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.