ALL ENGLAND CLUB
Dado que ni una Armada Invencible, ni mucho menos la Luftwaffe, fueron capaces de conquistar Reino Unido, los europeos comprendimos que la única manera de reinar en Londres era a base de reveses, paralelos, globos, y principalmente, saque y volea.
Hace unos días, uno de los nuestros ha inscrito su nombre como socio del All England Club, al convertirse en ganador del Campeonato de Wimbledon que se celebra en sus instalaciones. Don Carlos Alcaraz su nombre.
Pero no he venido aquí a hablar de él, sino del club.
Bonito sitio del que ser socio.
No he estado en mi vida, pero lo idealizo. Que para eso mi cabeza y mi imaginación son mías, y en ellas recreo lo que me apetece. Si quiero que por allí correteen tiranosaurios, corretearán –aunque no es el caso–.
La única referencia que tengo de algo parecido es la Real Sociedad de Tenis de La Magdalena, a la que iba con las hermanas Rodríguez en aquellos veranos santanderinos de mi juventud.
Y daba gusto estar allí por el trato que te dispensaba – tan raro de encontrar hoy en día–. Por la gente que te rodeaba –tan rara de encontrar hoy en día–. Y sobre todo por el respeto que allí se tenía hacía todo y hacía todos –directamente imposible de encontrar hoy en día–.
Recuerdo ver entrenar a la selección de Estados Unidos allí, preparándose para la espectacular eliminatoria de la Davis que nos enfrentó a ellos en el ya lejano año 2000.
Mientras lo hacían, allí no se oía un ruido más alto que otro. Y eso que, al fin y al cabo, era un club social además de un club deportivo, y la gente iba a relajarse (y no siempre uno se relaja en silencio, y menos con niños de por medio).
Me imagino el All England Club como aquello, pero en grande. Y con sandwiches de pepinillo en vez de con raciones de rabas (0-15 para Santander).
Con sus socios impecablemente vestidos de blanco, o del color que sea pero igualmente impecables. Tratándose de usted entre ellos, que es la primera regla no escrita para respetar al prójimo, hasta que se decida de mutuo acuerdo el tuteo, si fuese necesario.
Del tenis como deporte para practicar no puedo hablar, porque no he jugado en mi vida. Pero no tendría el más mínimo problema en ser espectador perpetuo. Alguien tiene que aplaudir los puntos bonitos, y reconocer el esfuerzo de quienes los juegan. Y siempre en silencio y respetando a unos y a otros. Siendo justos y caballeros.
En cambio sí he practicado el croquet, deporte predominante allí y que se incluye en su nombre oficial, en el campo diseñado por los Adánez en sus dominios vallisoletanos. Entretenidísimo juego con el que pasar las tardes y moverse un poco, dado que no todo consiste en ver esforzarse a los demás.
Mientras pasa el verano, seguiré pensando en las instalaciones y los verdes campos ubicados en Wimbledon y en si alguna vez los conoceré.
Como ganador del Torneo del mismo nombre afirmo categóricamente que no lo haré. De alguna otra manera nunca se sabe. Cosas más raras se han visto.
Ahora me podéis llamar clasista. No me importa.
Por hablar del All England Club se me ha debido pegar algo de la flema británica, y sólo voy a asentir educadamente cuando así me designéis.
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
Comments (2)
Yo también soy muy amante de casi todo lo «British», pero es que además Wimbledon es muy especial por todo, yo creo que Carlitos no es consciente todavía de la proeza que ha conseguido, cuando «crezca» (profesionalmente, me refiero) lo sabrá. Totalmente de acuerdo con ésto: «Y sobre todo por el respeto que allí se tenía hacía todo y hacía todos –directamente imposible de encontrar hoy en día–.» Esperemos que muy pronto sea posible volver a respetarnos 😊 Genial, como siempre.
Me temo, querida Carmen, que recuperar el respeto va a tardar mucho en conseguirse. No sé yo si lo verán nuestros ojos.
Aunque nunca hay que perder la esperanza.
¡¡Gracias compi de delante!!