MIS CANCIONES: LA FLACA
Al oírla siempre recuerdo Santander.
Un Santander de verano. Con sus calles bulliciosas llenas de jóvenes efervescentes llegados de muchas partes de España, y congregados allí por las ganas de vivir la juventud plenamente.
En una época en la que nuestra mayor preocupación era disfrutar.
Allí llegábamos los de Valladolid –los Zárate, con mi primo Pablo entre ellos. Las hermanas Ruíz (gracias, Laura, por la ayuda y los recuerdos). Berta, Gema, el que aquí suscribe, y otros tantos–. Y de la mano de las estupendas hermanas Rodríguez (las mejores anfitrionas que yo he conocido), disfrutábamos de todas las buenaventuras que nos ofrecía la novia del mar.
A nosotros, niños aún –aunque disfrazados de adultos–, muchachas morenas, de brillantes sonrisas, nos indicaban el camino a seguir durante las noches.
Nos llevaban a «La cuesta mágica» con La Embajada, Sol, y Terminal. A El Ventilador de Cañadío. A Rocambole… Convirtiendo a todos ellos en estaciones de un via-crucis que se repetía día tras día. Y que nos llevaba, sin remisión, a tener que tomar la playa a la mañana siguiente, con el mismo arrojo que un soldado aliado lo hizo en Normandía el Día D.
Porque aun teniendo una vitalidad capaz de ensombrecer a un Heracles tan en forma como para realizar los doce trabajos del tirón, el descanso también era necesario.
La Flaca sonaba en todos aquellos bares o en los chiringuitos de las playas, porque fue una canción de verano. Ella misma evocaba climas cálidos, de lugares tropicales, domados por el cimbrear de la cintura morena de una mujer de 100 libras de piel y hueso –40 kilos de salsa–.
Fue una canción que llegó a nuestras vidas, como otras muchas, a través de la publicidad. En este caso de tabaco (antes de su destierro definitivo de nuestras vidas), que intentaba perpetuarse en nuestras mentes a través de la retina, gracias a la creación de productos «no perjudiciales para la salud» con sus nombres.
Fue Ducados el que se sacó un disco llamado Carácter Latino (bajo el sutil nombre de Duca-2 Music) , cuya bandera, sin duda, fue este tema.
Luego la canción pasó a las ciudades de invierno, que son aquellas en las que vivimos el resto del año los castellanos. Y también sonó en todos los bares. Pero lo hacía de manera diferente.
Las muchachas morenas de brillantes sonrisas ya no eran las mismas –aunque quién sabe si igual los que no éramos los mismos éramos nosotros, al no encontrarnos ya bajo los embrujos de la costa, dada la milenaria y afamada belleza de las mujeres vallisoletanas–. Y el cimbrear de esas caderas, ya tenía una cadencia distinta.
Aun con todo su poso en mi memoria siguió asentándose. Gracias, también, al apoyo que le daba la que es su continuación, «El lado oscuro» –canción con la que hacía simbiosis, y que se amoldaba más a los más tristes días que acaecen siempre tras los veranos–.
Tanto se asentó, de hecho, que se hizo merecedora de entrar en esta lista de mis canciones para el recuerdo.
Al oírla siempre recuerdo Santander.
Y eso será así para siempre.
Besos para ellas y un abrazo para los demás.
Se os quiere y lo sabéis.
P.D.: el 10 de junio de 2020, nos enterábamos del fallecimiento de Pau Donés, tras una larga enfermedad. Como he dicho por aquí más veces ya, «celebremos su vida en vez de llorar su muerte», escuchando de nuevo cómo le cantaba a su querida «Flaca». DEP
Comments (2)
Gracias paty!!!como siempre un crack!!un besito
Gracias a ti, Laura.
Ya sabes que siempre es una gozada recordar ciertas cosas.
Un beso!!